miércoles, 17 de diciembre de 2008

Quisiera decirte

Quisiera decirte,
mudo, que te quiero
y tú me escucharas.

Y fría, como el aire que nos separa,
mi mano te tocara
y aún así la sintieras.

Y con el rostro tapado,
que leyeras en mis labios
cuanto te amo,
y me leyeras un beso.

Y recuperar la voz
y no poder hablar
por tener tus labios cerca
de mis labios
y más aún de mi alma.

[Y ardiendo tocarte.]

[Y devolverte el beso.]

martes, 16 de diciembre de 2008

El final de la asombrosa historia del granjero Howard y sus amigos. 2º capítulo. 2ª parte.

Cuando llegó a la academia "Paratolis" algo le sorprendió. Él era un hombre muy astuto, observador y perspicaz, y a primera vista se dio cuenta de que tenía las gafas sucias y de que en la entrada de la academia había un letrero que no había visto jamás de los jamases en el que se encontraban escritas unas frases en un idioma híbrido del suahili, el arameo y el bretón, lo cual no importó, ya que no tenía ni puta idea de leer. Le habría dado igual que estuviese escrito en Esperanto.

Su entrada en clase fue estelar: hasta las arañas colgadas de la pared gritaban:
-¡Repámpanos! ¡Ha vuelto Howard, el pequeño granjero de la ciudad!

Howard no cabía en sí de gozo, tantos eran los recuerdos que pasaban por su milímetro cuadrado de masa cráneo-encefálica. Allí estaban todos sus colegas de tiempos inmemoriales. ¡Oh, sí! Estaba el Trucha, el Garri, el Demetrio, Eustaquio y Falopio, ampliamente conocido por sus juergas y su gusto exacerbado por el alcohol etílico. Fue campeón olímpico en levantamiento de botella en barra fija en Moscú. De ahí la célebre expresión "me he ligado las trompas de Falopio": todos recuerdan las moñas que se agarraba. Por último, por eso mucho más importante, se reencontró con su amor de la infancia, la Jessi, que volvía a la academia tras una fructífera carrera como aizkolari y harrijasotzaile, llamada por todos Manolo Sorpresas o Manolo el Meriendas.

lunes, 15 de diciembre de 2008

La ocurrrta vida de Howard, el pequeño pero matón campesino. 2º capítulo. Parte 1ª

Era una calurosa tarde de verano en la que el viento soplaba y movía esas maracas que Howard tenían en la mesa del porche. Aquellas que guardaba con tanto anhelo y cariño, como guarda un perro a su hijo perro; que tenían el sello de Antonio Machín Music (Máquina de hacer Antonios Musicales).

Howard, el pequeño campesino, comenzaba su dura jornada de recogida de cinrel en los campos de Cleveland Beach a las 4:00 PMI de la tarde.

Recuerdo aquella vez que se echó la siesta por haber comido la pesada fabada de su amada esposa Rigobert. Ese día Howard estuvo fustigándose con un látigo de cuarenta y cinco colas, cada una con cincuenta y una puntas, en cuyos extremos había adosados uno a uno por las dos caras de la fusta veinticinco pinchos. Desde entonces no volvió a dormir la siesta, ni la noche, ni nada durante 465 días. Tenía un fustigado insomnio. Cada noche intentaba planchar la oreja, pero no lo conseguía, dada la dificultad que entrañaba al estar colgado del techo del granero, a cinco metros del suelo. Tampoco pudo meterse en el sobre, ya que éste no soportaba ni siquiera el primer pie de Howard. Llegó a romper 378 sobres de correos con sellos de coleccionista y un pequeño sobrecillo de papel que su fiel Tobías le fabricó con el Libro de familia.

Un buen día, Howard, jarto de su laborioso trabajo y sus fustigues continuos, decidió dejar la cosecha del cinrel al pequeño Tobi y apuntarse a la vieja academia del pueblo, ya que a veces se sentía estúpido al no saber leer, escribir, pensar, oir... solo sabía fustigarse y recoger cinreles.
-¡Já! Sí, ese era Howard. ¡Siempre con sus cinreles!

Continuará...

domingo, 19 de octubre de 2008

Howard, el humilde campesino. 1er capítulo. Parte 2ª.

[Escrito por Sergio Galán, Jorge Bibián y el menda].

Lo más extraño de este apartado o relato es que el pequeño guardián, tras una larga convalecencia que duró tres meses, cinco días, ocho horas, dos minutos y veinte, veintiuno, veintidós segundos, sobrevivió, quedando ciego de los tres ojos, el culo taponado, sin dos de sus patas, una sola oreja y tres agujeros del tamaño de una hamburguesa con doble de queso y triple de gluten sin pepinillo ni agregado de cebolla alguno. Se podía ver a través de él, por lo que, desde entonces, en vez de Rufo, le pusieron el nombre de Traspa. Tobi nunca superó la tragedia del pequeño Rufo.
La triste historia del Traspa acaba cuando, un día jugando en el jardín, tras haber comido comida y haber jugado a sus juegos, y tras, tal vez, haber soñado con sus sueños, jugaba a morderse el rabo...
-¡Já! Sí, ése era Rufo. Siempre con sus juegos y comiendo rabo.
Como iba diciendo, jugaba a morderse el rabo como hacía habitualmente, solo que esta vez estaba a punto de conseguirlo.
Tras largas horas de persecución de nardo, Traspa se quedó en el sitio. Su cabeza sólo daba vueltas. Ésta había adquirido el tamaño de una maquina revelvelante de esas nuevas, con luces de colores. Recordó que aquel día había comido avutardas pardas con salsa de estolacas, que son pollas como estacas. Al perro pardo le empezaron a surgir unas convulsiones que desencadenaron en unos vómitos del tamaño del Océano Pacífico.
El pequeño Traspa murió ahogado con su propio océano vomitivo (aquí acaba la historia de Traspa- Zurraspa).

Continuará...

domingo, 5 de octubre de 2008

Howard, el humilde campesino. 1er capítulo. Parte 1ª.

[Escrito por Sergio Galán, Jorge Bibián y el menda].

Todo sucedió en un pequeño pueblo al sur de Oklahoma, donde los vientos corrían y los bisontes pastaban. Howard era un humilde campesino, vivía en una pequeña cabaña en medio del bosque de Yellowstone, hecha con cuatro palotes de madera del parque de Yellowstone y clavos de Wisconsin (California). Ahí vivía en compañía de su familia: su mujer Rigoberta (alias Rigo), el pequeño Tobías y su perro, llamado Rufo, por su parecido con el presidente. Entre Howard y su querida Rigober intentaban sacar adelante al pequeño Tobi, el cual nació con una malformación congénita por la cual en el brazo, en lugar de una mano, tenía un pie y en la pierna, en lugar de un pie, una mano. Todos sus amigos decían que era el rey del Twister. Por algún extraño motivo siempre ganaba. Lo peor de todo es que sus amigos eran unos monos amazónicos que habían ido a parar al parque de Yellostone tras estropearse su furgoneta por haber atropellado a Rufo.
El otro especimen de la casa era el guardián de la fortaleza. Su nombre era Rufo. Murió hace cosa de tres horas por un casual accidente: iba tan feliz por el suelo de la chabola cuando tropezó con el pie de Howard, el cual le confundió con otra cucaracha digievolucionada, en ese momento, por una casualidad desconocida, Howard empuñaba el mayor sable de todo Wisconsin (California). Aterrado por la presencia de la supuesta cucaracha de ocho metros de longitud, le atestó sesenta y nueve puñaladas y tres tiros de escopeta. Cuando el resto de la familia se enteró, el pequeño Tobías lloró desconsolado sin consolador alguno. No se explicaba cómo su padre había podido acribillar a su mejor amigo con ese machete tan enorme, que parecía el nardo de Rocco Sigfredi.


Continuará...

miércoles, 1 de octubre de 2008

1 de Octubre: Dos meses después...

Dejó que el bueno de Monk se desgañitara a todo volumen proclamando su Sueño por los altavoces y que el incienso se quemara dando vueltas y más vueltas hasta acariciar el techo blanco, que auguraba nieve o inocencia, luminosidad.

Lamió con los dedos el humo sabor canela, bailó con él al son del alegre jazz mientras pensaba en esto, aquello, ésta, aquélla y la de más allá.

Permitió que la nube se acomodara en la habitación, que se asentara, cambiara de canción y recorriera las paredes, así consiguió que sus pensamientos también danzaran con la trompeta y pisaran con zapatillas de bailarina el teclado mágico, se quedaran, le acompañaran.

Sintió como le abrazaban y balanceaban sus ideas, al tiempo que el corazón se le aceleraba dejando que sus sentidos fueran más y más receptivos y que, sin embargo, no llegaran a divagar hacia temas trascendentales, porque la alegría del melancólico bajo era suficiente materia en la que concentrarse.

Admiró las fabulosas imágenes que se dibujaron camino del cielo, enormes torres que, pese a ser efímeras, resultarían eternas, y cada mota era levantada por otra más fuerte y con mayor espíritu.

Así acababa otra canción, pero no variaba la música, la que respiraba y palpaba, dulce, escuchando su matiz canela, en el cual se reflejaba el metálico y vital timbre de la luz por la ventana, marcando el ritmo.

Notó como el pecho se le llenaba, no de oxígeno, sino de jazz, luz, canela, música, dulces aromas, colores, humo, notas, y volvió a escribir.

miércoles, 18 de junio de 2008

Carta de navegación

[Escrito por Daniel Díez]

El barco con demasiado lastre no navega. Si desafías esta ley, con gran empuje puedes navegar hasta aguas costeras pero mirarás el vasto horizonte con ojos tristes y escocerán las historias de otros marineros que llegaron hasta altamar.

Pero eso no lo querrá la tripulación, todos tienen sueños y construyeron un barco grande y fuerte que puede llegar muy lejos.
Habrá motines y se solucionarán si comparten el mismo objetivo porque se necesitan todos entre ellos para cumplirlo y no podrá remar solamente un lateral porque, entonces, el barco dará vueltas sobre sí mismo y no avanzaría, al final, se agotarían.

Un día buscarán el océano que les de esa sensación que hincha el corazón, con la cara al viento y los ojos llenos de inmensidad. Merecerá la pena luchar contra las tormentas o empujar el barco si se estancara en el tedio de un mar sin corriente. Y saldrá victorioso para alegría de la tripulación, con nuevas fuerzas y rumbo firme.
Pero sólo conseguirán salir adelante si no incumplen la ley ya dicha, no aferrarse al lastre. De lo contrario, llegaría el naufragio.

En un naufragio hay que nadar hasta llegar a la orilla y eso solamente puedes hacerlo por ti mismo. No puedes intentar salvar los recuerdos y enseres del viaje que ahora sólo se hunden e irías al fondo con ellos. Bajo el agua no se oyen los gritos.
Debes intentar flotar y salvar el cuerpo, que es el presente, aunque a veces te traicione y la piel añore sola , sin tu permiso, otros momentos más dulces...

A partir de aquí no hay nada que pueda decirte sobre qué sucederá. Supongo que algunos se salvarán, otros a pesar del intento no tendrán suficientes fuerzas.
He oído distintos casos en los que supervivientes de un naufragio, al llegar a la orilla, movieron tierra y mar para buscar a sus antiguos compañeros de barco y hubo muchos rescates. Otros decidieron unirse a otra tripulación y zarpar a un nuevo lugar.

Sin embargo, de quién oí esta lección fue de un viejo capitán que desde que llegó a la orilla jamás olvidó los días de su barco pero ni rescató a nadie, ni subió a otro por miedo a naufragar de nuevo.
Creo que tuvo fuerza para flotar pero aún vive y convive con el lastre que hizo hundir su barco.

PS.: (amores y desamores) (y el lastre del pasado)




[50º entrada. Parecerá más o menos oportuno publicar un texto ajeno para esta ocasión, pero así son las promesas. Y yo que me alegro.]

lunes, 16 de junio de 2008

Homenaje

En 2003, aquél que fuera en mi más tierna infancia el gran guardián de mis pueriles sueños, el más insigne paladín de mi bienestar, fue obsequiado por SSMM Melchor, Gaspar y Baltasar con el más cálido, gélido y agridulce de los presentes: la paz. Tras haber sido asaltado por el cruel cangrejo varios meses atrás, el cual había atenazado cada vez más fuerte sus entrañas hasta hacerlo parecer un belicoso y valiente saco de huesos, pudo presentar ante su rey espada y escudo y partir con Caronte, en una travesía libre de óvolos, obviando el itinerario por Leteo y yendo directamente a un lugar que le confería una perspectiva espléndida para blandir otro tipo de armas, mucho más propias de palomas que de cuervos, por la felicidad de mis hermanos y la mía.

viernes, 13 de junio de 2008

A los mundos anónimos

{Escrito por Manuel Fernando Bibián de Miguel.}


[···]

Vacío.
Comisteis en mi pecho,
como lobos hambrientos.
Os fuisteis como garzas,
veloces como el viento.
Por eso, estoy vacío,
porque me habéis comido.



¡Qué tristeza me doy,
que ni soy tuyo, ni mío,
porque no soy!

[···]

¿No os dais cuenta

que me voy,
que no soy uno de los vuestros,
que ya no estoy en medio,
que me estoy yendo?
¿No veis que no podéis

retenerme,
ni con cuerdas, ni sogas,
ni cadenas, ni cierres,
que me estoy yendo?
¿No percibís que mi alma

no os pertenece,
que ya no es vuestra,
que no os sigue,
que me estoy yendo?



Resbaló en tu mejilla
una lágrima,
y fui a buscarla
y ya no estaba,
y fui a quererla
y se había ido,
y fui a besarla
y no eras tú.


[···]

martes, 10 de junio de 2008

COBARDE

Soy un cobarde, ¿verdad?

Sí, eso creo.

¿Cómo si no, habiendo visto frente a mí a la Luz Bella ofreciéndome el carnoso pecado, no he sido capaz de alargar la mano y acariciarlo?

¿Acaso tuve miedo de lo que pudiera pensar Aquél que vive en la Casa de Todos?

¿De lo que pudiera decir?

¿Hacer?

¿Es que olvidé que Ése ya murió hace tiempo?

¿No había creído siempre que los que consideraban malos los pecados lo hacían guiados por la envidia y el desconocimiento del que nunca ha probado?

No fue ése el problema, cierto. Sí lo deseé y, ¿por qué no lo tomé cuando me era ofrecido?

Su rostro iluminado e iluminador tan cerca, mover la mano, buscar su gesto, abrir el alma y, al fin, notar la parálisis y caer en desgracia y autorreproche. Y solo desear que a la Oportunidad no la pinten más calva y le crezca el pelo en la nuca.

sábado, 7 de junio de 2008

Olvidé cómo pensar

A veces pienso tanto en ti que creo que olvidaré mi nombre.

Me decía una amiga que, cuando los hombres nos sentimos atraídos por una persona, pensamos con nuestro segundo órgano más preciado. He acabado por llegar a la conclusión de que no puede ser cierto. Estoy de acuerdo en que con la cabeza no pensamos, eso seguro, porque contigo no soy capaz de empalmar palabras para formar una frase coherente siquiera, ni tampoco consigo agarrar un comentario ingenioso para regalarte.

Creo que podemos pensar con las rodillas. Eso explicaría por qué me tambaleo con un ritmo indescifrable y sinuoso al mirarte a los ojos. Me tiemblan como las máquinas antiguas a las que se acumula el trabajo y se les atasca el papel impreso, o se calientan en exceso [Puede que sea eso].

Incluso es posible que al tratar de razonar rápido, y así reaccionar, solo lleguemos a las manos (ojalá, diréis) y con ellas pensemos. Es posible, porque me ocurre lo mismo que con las rodillas, además de parecerme que mis muñecas y dedos son de otra persona… Una muy borracha o pretendiendo desintoxicarse o reintoxicarse.

A veces pienso tanto en ti que creo que olvidaré mi nombre. Y espero que así sea si me sirve para expresarte claramente esto, todo.

miércoles, 7 de mayo de 2008

El Starbucks es lo que tiene...

-Te han puesto aquí tu nombre.
-Es como un autógrafo pero hecho por otro.
-Vamos... un grafo...
-Querrás decir un heterógrafo.
-No. Un grafo. Como "autobiografía", que viene de "biografía".
-Pues no, porque una autobiografía no es lo contrario de una biografía. ¿Sabes? Tienen que ser contrarios... Si un autógrafo es un grafo hecho por uno mismo, un heterógrafo es un grafo hecho por un hetero...
-Ejem...
-Sí, bueno, tú ya me entiendes. En fin, que ese café me correspondería a mí.
-Pues hala, toma.
-No, no. Te lo regalo... Si es que soy muy complaciente.
-Sí, y muy autocomplaciente también.
-Jaja, desde luego. ¡Aunque lo que más soy es biocomplaciente!

[Y a buen encendedor, pocas palabras gastan... (o algo así).]

martes, 6 de mayo de 2008

Dejad que los niños se acerquen a mí.

-¿Tú tienes papá?
-Claro que tengo.
-¡Anda! Yo pensaba que tú eras un papá...
-Jaja, pues no. De todas formas los que son padres también tienen papás.
-Sí. Se llaman abuelos.
-Claro. Incluso los abuelos tienen papás también. ¿Sabes cómo se llaman?
-Pues claro que lo sé: ¡El papá de los abuelos es Dios! ¿Pero cómo se llaman los abuelos de Dios?

Me controlé para no explicarle que Dios no tiene abuela.

[Por favor, caballero, guarde silencio: el niño tiene la palabra.]

martes, 8 de abril de 2008

Rajoy y Zapatero entran en un bar...

La sucesión de inacabables debates entre el Presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el “líder de la oposición”, Mariano Rajoy, y las continuas entrevistas a ambos, así como los innumerables enfrentamientos mediáticos entre ministros del actual Gobierno y distintos representantes del Partido Popular, no hicieron más que demostrar la gravedad de la mayor lacra que afecta en este momento a lo que se ha dado a llamar Democracia española: frente al multipartidismo instituido y teórico, nos encontramos con un bipartidismo solo amenazado en los ámbitos regional, provincial y local, quizá debido a la tendencia filoamericana que impera en estos tiempos hipercapitalistas.

No queda ahí la americanofilia, ya que, como se ha demostrado en los debates cara a cara, los representantes de ambos partidos no se presentaron como tal, sino como personalidades con capacidad y apoyo para formar gobierno. También hemos copiado el Presidencialismo, solo que en España no está contemplado por la Constitución, aunque por supuesto, eso no es algo que quite el sueño a los dos partidos mayoritarios.

Un sufragio malversado y una campaña de banalización de aquellos votos que no van dirigidos a PP y PSOE, convirtiéndolos en poco más que votos en blanco por no decir abstención. Éstas son las claves que definen estas pasadas elecciones y sus campañas previas.

Ha llegado hasta tal punto este apoyo de la prensa nacional al bipartidismo que, mientras en algunos medios se afirmaba que en el debate cara a cara se enfrentaban los “dos únicos partidos con posibilidades reales de ganar las elecciones”, en ninguno se mostraban signos de sorpresa cuando Mariano Rajoy afirmó rotundo, después de perder las elecciones del 2004, que “el PP representa a la mitad de los españoles”. ¡Cómo se atreve a manipular los datos con tanta naturalidad! Pocas veces desde que se instauró el nuevo modelo político en 1978 un partido ha conseguido un 50% de votos, lo que además no incluye a los que contemplan la abstención como opción política, y desde luego jamás perdiendo las elecciones. Lo que hace Rajoy en esta frase, en resumen, es dar como insignificante la ventaja que otorgó el Gobierno al PSOE y a su vez suprimir todo el panorama político que se abre tras los dos colosos “hechos a sí mismos”.

Los debates "cara a cara" del 25 de Febrero y del 3 de Marzo de 2008 no fueron más que mítines privados de cada candidato con pausas para permitir hablar al otro, si acaso decorados con alguna pataleta y eventuales discusiones pueriles. Como una partida entre Kasparov y Karpov en distintos tableros en las que solo compartieran cronómetro (también con inevitables pataletas por parte del segundo, en el mejor de los casos).

jueves, 3 de abril de 2008

Las puertas del cielo [6º Fragmento]

EPÍLOGO: La puerta trasera del pozo.
¡Atraviésame, brillante bala!


Atraviésame, alada joya, y convierte mi alma en lo que siempre fue mi cuerpo: humo y sangre.

Derrúmbame otra vez, y que cuando mi tronco sea talado y caiga al suelo impregne el piso de sangre y levante todo el polvo, una nube. Humo.

Méteme en la barca y no olvides pagar al esquelético cayuquero dos monedas. No creo que necesite documentación allá donde voy, bastará con que abones todos los gastos, como siempre. Hasta ésos se contentarán con una buena suma.

Y cuando llegue, ¿a qué piso me guiará mi Virgilio? ¿Me llevará junto a mi clara y luminosa Beatriz quizá?

¿A qué esperas brillante lucero? ¿Por qué no estallan ya mis entrañas? Ya ves que te anhelo. Aunque también te temo. Temo tu sonoro golpe y temo convertirme en un pelele inerte y agujereado; pero más temo seguir sintiendo este dolor que no puedo llorar, ¡tan profundo es mi dolor!

Tiéndeme ahora tus canosos cabellos, que quiero trepar fuera de este pozo, o al menos abre con tu plateada llave la puerta trasera.

lunes, 31 de marzo de 2008

Las puertas del cielo [5º Fragmento]

-¿Dónde te vas a pegar el tiro? –me pareció una pregunta esencial, ¡qué cosas!-.
-¿Te refieres a qué parte del cuerpo?
-Sí.

Me miró agradecido:
-No estoy seguro. En la frente quedaría feo.
-Es cierto. En la boca también –informé-; te saldría toda la sangre por ahí.

Compartimos una mirada que se me antojó divertida, como cuando de niños tramábamos alguna ocurrente travesura.

-Además dejaría el techo perdido –añadió-.
-Quizá en el corazón sea lo más romántico –sugerí-.
-Si fuera por románticos… La mayoría de los que se suicidaron se dieron un tiro en la sien.
-Hablaba del significado popular.
-Lo sé –dijo con la misma tenue voz-. Bromeaba.
-Bonito momento –exclamé, y estalló en carcajadas-.

Fueron unas risas tan limpias y serenas, sin atisbo de nerviosismo, que me las contagió al instante.

Todavía tardamos un rato en parar.

-¿En el corazón dices? –tenía los ojos llenos de lágrimas. Algunas eran dulces-.
-Sí, eso dije.
-No tardaré mucho en morirme ¿no?
-Leí el otro día que uno murió al instante por un balazo en el corazón durante una pelea.
-Está bien.

Nos quedamos en un profundo silencio. Profundo como un pozo. Un pozo repleto de llanto. Un pozo.

¿Sabéis qué se me ocurrió en ese momento? Que quizá la vida no sea más que un profundo y musgoso pozo: Nacemos húmedos y nos ponemos a trepar. A veces caemos y nos empapamos con las lágrimas del fondo. Otras veces las gotas vienen de arriba. Además, ¿no dicen que al final podemos ver una luz al final de un largo túnel? ¿Acaso no será esta luz más que el exterior del pozo?

-No pienso pedirte que lo hagas tú. Dispararme digo.
-Te lo agradezco. Procura no hacerlo cerca de Clara, por favor.
-Eso no es Clara, pero de acuerdo.

Me pidió que saliera sin esperar ni un segundo más. Al cerrar la puerta tras de mí (no quise sostener la mirada a Marcos), escuché, como lejana letanía, un improvisado monólogo pero, por segunda vez en el día, las palabras rebotaban en mi mente como en una cama elástica los niños del Parque Internacional.

Era mediodía. Calló y cogí el teléfono.

Continuará... pero menos.

domingo, 30 de marzo de 2008

Un tiro limpio

“ Los tiros se reciben siempre entre la incredulidad del ‘no puede pasarme a mí’ y el desasosiego que asume el hecho. No sé si ves pasar fotogramas de tu vida en un segundo, pero a mí me vino a la cabeza lo que más me importaba en ese momento, todo el día de ayer, las palabras, tus gestos, nuestros momentos... y de nuevo un escalofrío recorrió mi piel y helado se instaló en mi pecho. Me oprimía con tanta fuerza que apenas me dejaba respirar. Corrí hacia el baño y de manera instintiva tragué innumerables bocanadas de agua bajo el chorro a presión del grifo abierto. Conseguí calmar la ansiedad lo suficiente como para suspirar profundamente después del último trago.
Estuve unos segundos absorto, recuperándome, y observando detenidamente las formas que tomaban los dibujos naturales del mármol del lavabo. Sinuosas y convulsas, arremolinadas entre sí, casi violentas, como el carrusel en el que hacía un segundo había montado, y ahora, desahogado, sólo escuchaba el monótono fluir del chorrillo que huía por el sumidero.
Cuando se detuvo la corriente, sólo quedó mi respiración entrecortada y un lento tintineo de gotas que se estrellaban sobre el mármol anteriormente claro y ahora salpicado de rojo. Encontré a mi nariz como el origen de ese hilillo de sangre y reaccioné muy calmado para mi sorpresa, sabiendo lo que había que hacer. Lo limpié con papel y agua y salí de allí. Volvía en mí.
No sé llorar pero somatizo en mis puntos débiles lo que hace afligirme, y mi nariz ya ha sufrido muchos golpes.
El tiempo que se había parado reanudó la marcha y con él, otra vez, el latir del corazón haciéndolo de manera inevitable y por la misma razón. No había cambiado nada la bala que entró con tanto dolor. Pasó cerca del corazón y salió sin dejar daños.
Había sido un tiro limpio. Un golpe encajado que permitió seguir luchando al boxeador y le recordó que no debía bajar la guardia...
No nací ayer. Hay que luchar por lo que se quiere.”


Éste es un texto de un amigo mío, Daniel Díez Cecilia, que en breve abrirá su propio blog, ¿verdad que sí?

viernes, 28 de marzo de 2008

Las puertas del cielo [4º Fragmento]

En unos minutos nos volvimos a encontrar en la casa. Habló muy brevemente con uno de los primos lejanos de Clara con unas anchas gafas de pasta negra e impoluto traje oscuro y la multitud se fue diluyendo, marchándose con cuentagotas. ¡Qué alivio cuando se secó el vestíbulo!

Me hizo señas para que le siguiera. Al entrar al cuarto con el funesto mobiliario, cerró la puerta, aunque no quedara nadie en casa, ni en toda la ciudad. Se sentó al lado del cuerpo sin mirarlo y me hizo otra seña para que me sentara. Yo estaba bien de pie. No dejé de estudiar su expresión, pero no veía nada, una vez más.

Se movió un poco en la cama, acercándose a la mesilla de noche, abrió el primer cajón y allí estaba, la puerta del cielo (o las llaves de San Pedro, como queráis), la escalera para llegar allí, los polvos de hada necesarios para entrar. Agarró el pequeño revólver. ¿De dónde habría sacado el silenciador? Ya leía su rostro, ya sabía lo que pensaba, antes de que me mirara para disipar cada duda.

-No es una solución -estas palabras debieron salir de mi boca, pero creo que no fue así-, pero sí que es una salida.

Sin dejar de mirarle busqué el sillón a tientas. Ya no estaba tan a gusto levantado. Me quité la chaqueta, golpeando un jarrón a punto de caer con el libro que solía llevar en el bolsillo izquierdo.

-El triángulo se ha roto –dijo-. Mi vértice ha muerto. Ya no soy necesario. No soy útil. Sé que te parecerá absurdo, pero no entiendo mi vida sin ella.

No me pareció nada absurdo. Creí que tenía toda la razón del mundo, en ese momento. Ahora sí, había mirado fijamente a los ojos a mi incertidumbre y la había disparado entre cada uno de ellos con la breve pistola.

Continuará...

martes, 25 de marzo de 2008

Las puertas del cielo [3er Fragmento]

A pesar de los innumerables meses que llevaba postrada en la cama y de las continuas y macabras sentencias del tal doctor (o matasanos, como nosotros solíamos llamarle), no creíamos que fuera a llegar este momento. Nos habíamos acostumbrado de tal modo al trío que formábamos, aún cuando Clara apenas podía levantarse, que casi nos reíamos de las absurdas palabras del médico.

Mi madre era particularmente reacia a nuestra relación y siempre me repetía: “¿Qué pintas tú de continuo andando d’arriba p’abajo con una parejita?” Ella no entendía. Y yo al principio simplemente la ignoraba cuando me insistía con tales preguntas. Al final directamente dejé de ir a verla.

No tardo Jack en venir, y mientras me consolaba a mí, veía como Marcos se serenaba sin haberse acercado siquiera el vaso a los labios, a pesar de que yo seguía sumido en un profundo pesar, como si solo inhalando el aroma del dulce néctar o admirando sus reflejos dorados éste hubiera paliado todos sus males. Completamente tranquilo me dijo que quería ir a casa. “Tengo algo que enseñarte”. Le miré entre sorprendido, asustado y suplicante, y a pesar de todo no pude decir más que un apagado “vale”.

No estoy seguro de qué número aparecía en el billete que reposaba sobre la mesa cuando nos marchamos y, aunque no lo creáis (ni yo mismo), me pregunto continuamente dónde estarán las malditas vueltas, pero entonces no me importó en absoluto. Al fresco ambiente gobernante en el bar lo siguió el asfixiante calor de fuera, por lo que yo, si es posible, sentí derrumbarme aún más. Busqué la mirada de Marcos pretendiendo encontrar de nuevo aquella conexión solo propia de gemelos, pero quede desconcertado: había desaparecido.

Ya no había bamboleo en los andares de Marcos, habían desaparecido las grietas de su castillo. Solo quedaba determinación y algo parecido a la serenidad, o incluso a la felicidad. No salía de mi asombro, ni tampoco del suyo.

Continuará...

domingo, 23 de marzo de 2008

Las puertas del cielo [2º Fragmento]

Subí al autobús de color rojo (el preferido de Clara) y piqué el billete como un autómata, por mera costumbre. Me puse al lado de la ventana pero no miré nada. Bueno, mirar sí miraba, pero no veía nada: mi campo visual no salía de mí mismo. Llegué rápido a la casa y entré sin llamar. En el recibidor charlaban con aire apesadumbrado algunas personas que supuse familiares lejanos. Tal vez vecinos. Noté que no estaban verdaderamente tristes, solo algo apagados. Saludé apenas y crucé el pasillo hacia el cuarto principal. El único cuarto en realidad. Me encontré con un objeto extraño encima de la cama. Parecía Clara, pero evidentemente no era ella. Ni siquiera se parecía, si lo pienso bien, le faltaba “Claridad”, quiero decir, aquello que hacía que Clara fuera Clara. Era un extraño muñeco de curvas femeninas y, aunque ausentes de vida, atractivas, como las de Clara. En la brillante y pálida porcelana se podía ver los rasgos faciales tan parecidos a los de Clara. Y a pesar de estas coincidencias, la imagen era mucho más delicada que Clara, mucho más voluble, efímera. El apéndice que simulaba el brazo izquierdo acababa en el enorme bulto lloroso en el que se había convertido Marcos. Levantó despacio éste la cabeza para mirarme desvalido. No intentó forzar una sonrisa. Sabía que yo no la necesitaba, además no la habría apreciado. Yo tampoco probé a infundirle tranquilidad, me limité a mirarle con gravedad y escasa seguridad. Le sugerí un café. No se trataba de evadirnos exactamente. Era más bien centrarnos en el tema dominante lejos de esa atmósfera sobrecargada de realidad, tanta realidad a veces resulta insoportablemente irreal.

Caminamos en silencio por la calle. No sabría decir si estaba abarrotada o desierta, porque nosotros no veíamos a nadie más, tan únicos en el mundo nos sentíamos. Solos en el universo. Como si Clara fuera la primera persona que muriera en siglos y la gente se encontrara de luto en sus casas.

El enorme cuerpo de Marcos se tambaleaba arrítmicamente, pero no creo que un desconocido se pudiera dar cuenta de su dolor. Tuve la sensación de que Marcos era un inexpugnable y majestuoso bastión, de donde ningún testigo podía salir a divulgar los secretos del barón, conde o Marqués. Sin embargo yo, su aliado, sí conocía su pesar y, de una manera sobrenatural, lo compartía.

Llegamos al pequeño y oscuro antro que frecuentábamos y nos sentamos en el más impenetrable rincón que pudimos encontrar. No estoy seguro de cómo nos las apañamos, pero no pareció haberse perturbado el sonoro silencio tras despachar al joven camarero mandándole a buscar whiskey. Quizá precisáramos litros del que había sido uno de nuestros más fieles acompañantes, el señor Jack Daniels (Tennessee Bourbon). No rehuíamos la mirada del otro pero tampoco la acabábamos de encontrar.


Continuará...

domingo, 2 de marzo de 2008

Las puertas del cielo [1er Fragmento]

Corría como un guepardo. Ya había perdido de vista a mis competidores. No quedaba ni uno delante de mí. Apenas llegaba a la cinta que significaba el punto final de la carrera, uno de los comisarios de pista cogió su silbato y lo pitó. Pero curiosamente no fue un silbido lo que salió de dentro. Fue como un ruido de campanas. Un timbre. Un timbre de teléfono. Desperté sobresaltado y corrí al salón casi por inercia. Era Marcos.

Mientras me disponía a ducharme bañado en una mezcla de sudores fríos y cálidos, escuchaba cómo las palabras de Marcos rebotaban, chocaban, saltaban y corrían precipitadamente. Todo esto dentro de mi cabeza. Quizá trataran de encontrar un sitio donde asentarse y tomar un lugar ordenado para reposar. O quizá estuvieran siendo empujadas, expulsadas. A lo mejor algo quería que salieran, que no hubieran entrado nunca en la húmeda caverna.

Las gotas de agua que chocaban contra mis hombros se empeñaban en canturrear y repetir la frase con la que cruelmente me saludó Marcos. Parecía que le hubiera explotado dentro de la boca. Que los pensamientos se hubieran peleado atropelladamente y que el más rápido o el más violento hubiera sido ese (como pasa con los espermatozoides, se me ocurrió pensar). No me cabe duda de que era el más violento que le cabía en su canosa cabeza. Creo que había pensado cuidadosamente bien cómo decirlo. Pero cuando le llegó el momento de actuar de emisario los hizo automáticamente. Como deseando que le cortara la lengua cuanto antes.

El cristalino líquido era increíblemente mordaz. “Clara ha muerto”. “Clara ha muerto”. “Clara…”. Cada gota se regocijaba en mi desconcierto. Mientras me arreglaba en mi cuarto, el locutor, con voz cansina, no paraba de hablar de Clara y de la muerte. Parecía que los hados se hubieran confabulado para atormentarme con aquel terrible día. Al salir por la puerta y sacar las llaves el Sol me quemaba en la nuca. La mañana estaba anormalmente Clara.

Continuará...

Inspirado en el cuento de Julio Cortázar del mismo nombre. (¡Che, viejo, qué bueno que escribiste!)

martes, 26 de febrero de 2008




Lloras. Yo no sé por qué, pero lloras. Lloras mares, ríos. Océanos lloras. No sé por qué lloras, porque yo sigo aquí. No tienes motivo para llorar. Aunque tu creas que sí.
Lloras sin motivo, desconsolada, y afuera llueve.


Cabeza de mujer llorando. Técnica mixta sobre lienzo, por Pablo Picasso.

domingo, 24 de febrero de 2008

Mi niño respiraba la magia, respiraba la noche mientras las estrellas me lo mecían e iluminaban. ¡Cómo admiraba yo aquellos soles que a mi niño mecían e iluminaban, mientras se lo llevaban con ellos a viajar por nuevos parajes!
Noche estrellada. Óleo sobre lienzo, por Vincent van Gogh. (Elegido por Olga :D)

domingo, 27 de enero de 2008

Y el séptimo día descansó

Las mañanas amanecen ya coronadas en lo alto por el Astro y casi siempre tranquilas, y el piar de algunos pájaros sorprende a los niños vestidos de fiesta, pero con gesto aburrido, caminando hacia Su casa.

Las bocas secas, los ojos rojos, las ropas impregnadas de tabaco. Se las dan de anfitriones, recibiendo a los recién llegados, porque no cuenta como un día más, si acaso como alguno menos.

Alguno menos para los que ya no van vestidos de fiesta, aun manteniendo perenne algunos la cara de hastío, porque el hombre vivió seis días y en este séptimo descansó.

sábado, 26 de enero de 2008

La vida de las moscas

Había aparecido una voluminosa y peluda barriga donde antes no existía nada, y podía sentir cómo se pudría su piel debajo de la raída y degradante camiseta interior, antaño blanca, y los sucios pantalones. Todo el pelo que le sobraba en el vientre, le faltaba sobre la frente. ¡Cuánto echaba de menos su flequillo de rebelde! Al menos le quedaban las patillas…

Tanto se le había desnudado el cráneo que abandonó la patética costumbre de tratar de cubrir las calvas con el cabello del resto de la cabeza. Aunque tampoco tenía ocasión de lucir su brillante testa, porque no salía de casa nunca, desde que nació. Eso le parecía. Definitivamente, hubo tiempos mejores, ¿no? ¡NO!

Fuera de estas paredes, su vida pasada se podía resumir, a modo de metáfora, con una descripción de la presente: no había hecho más que repantigarse en un apestoso sillón y ver cómo su equipo perdía una y otra vez. El resultado no importaba. Él siempre perdía. Perdió la oportunidad de vivir cuando la tuvo. No hizo nada. Jamás. Incluso cuando no paraba por casa y permanecía deambulando de sol a sol. Incluso entonces no había hecho otra cosa que perder el tiempo, nada más que esperar a que le marcaran gol de nuevo, mientras él, de portero, era un mero espectador.

Era un cobarde: nunca lloró. Le asustaba darse cuenta de sus propias desgracias, hasta cuando pasaban por las vidas de los seres que debieron ser queridos. Porque no fue capaz de querer. Ni a personas, ni a cosas, ni de perseguir objetivos. Ni tan siquiera buscó satisfacer su presente. Se dio cuenta tarde de su cobardía, y la lamentó enormemente, pero no lloró. No se atrevía.
Era débil también. Su debilidad era mucha mayor de la que, en su momento, acusó de tener a su hermano Pablo, el pequeño. Ése se cortó las venas.


Pablo amó la vida. La amó tanto que no soportó sentirse engañado por ella.

Pero él era tan cobarde que ni la vida fue nunca objeto de su amor. Por eso no vio sentido a su muerte: porque no se lo encontró jamás a la vida.

Hay una extraña creencia de que ese es el problema de los suicidas. No comparto esa idea. Igual que nadie podría sentir nada por un desconocido, uno del que no se tuviera noticia alguna, nadie que no hubiera VIVIDO con mayúsculas desearía que le llegara la muerte antes de tiempo. Si nada esperas, nada pierdes. Los amantes de la vida somos suicidas en potencia, más que los que la desprecian o ignoran, pero, por fortuna, muy pocos llegan a serlo en acto.

Las arrugas que surcaban su mente eran aún más profundas y sinuosas que las que rodeaban sus castaños ojos. Estaba verdaderamente muy desmejorado.

Encontró un coloso dentro de sí, hecho todo de vacío y hiel. No consiguió nada por lo que mereciera la pena recordarle. Aún más que eso, no existía nada en absoluto que fuera a dejar constancia de su paso por el universo, si acaso este cadáver ya putrefacto.

Atrapado por la chaise-longue tapizada de manchas, supo que Tánatos no tardaría en llegar y que él no se habría movido ni un milímetro. La duda era si el hermano de aquél llegaría antes.

Deseó con todas sus fuerzas cerrar los ojos para siempre abiertos.

sábado, 12 de enero de 2008

La fábula del dictador comunista y el elefante

¿Sabes esa sensación de poder que puede asaltarte -y de hecho lo hace- cuando subes en un ascensor con paredes transparentes? Pues convendría que la conocieras, porque a propósito de este magnificador sentimiento hay un curioso relato que me gustaría compartir contigo:

Se dice que un conocido dictador de extrema izquierda –no necesariamente conocido por nosotros, ni siquiera es preciso que se trate de un dictador de este siglo ni del siguiente- se cruzó, mientras paseaba en un tormentoso día a lo largo de una avenida de la bien avenida capital de su extremadamente-izquierdista estado, con un elefante que, como era costumbre en el país, le saludó con decoro y diligencia, por lo cual el estadista, con el uniforme progresivamente más y más mojado y con algunas gotas distorsionando la visión de las innumerables medallas dudosamente merecidas, no hizo siquiera ademán de interrumpir su militar marcha para castigar una supuesta desconsideración de su poder que, por el momento, no se produjo. Ruego al lector permita la licencia poética que ejercí al introducir un personaje tan absurdo en el relato: es bien sabida la incompatibilidad de un dictador personalizado en un estado verdaderamente de la más lejana siniestra. Después de tranquilizar al lector en este punto (más bien al propio autor), podemos continuar la fábula. Resulta que, cuando el portentoso personaje hubo rebasado al animal, escuchó a su espalda una mal disimulada carcajada. Así la voluminosa bestia se mofaba de la decadente dirección que tomaba el ascensor ocupado por el gobernante, contigua la cabina a la que él usaba.

La resolución de este esópico-samaniego cuento es cómo la felicidad abordó al grandísimo africano al parecerle que su vida ascendía de nivel, estando en realidad estancada, al tomar como referencia la caída inevitable de una autoridad personalista.

viernes, 11 de enero de 2008

Capítulo 2º: Quisiera ser tan alto como la luna... pero no tan pálido

¡¡¡Aquí llega lo que todos estabais esperando!!! Ah no, que solo es el segundo capítulo de la historia metiniana.


El viaje fue largo, pero como la nave tenía BlueRay, BlueTooth y BluePeople (según algunas teorías los metinos pueden ser una especie de pitufos, incluso con la misma jerarquía patriarcal) y la SGAE había desaparecido con su planeta, pudieron ver películas como Horizonte Final, Alien o Un padre en apuros, que les hicieron sentir mucho más seguros dentro de sus latas espaciales. Al final encontraron un planeta adecuado, Venus, pero cómo lo había reservado una corporación intergaláctica para un parque de atracciones tuvieron que conformarse con la Tierra, que carecía de vida inteligente, por lo que su tarea sería aún más ardua. Con sus naves puestas según la formación “El lago de los cisnes”, aterrizaron sobre la campiña inglesa y poco a poco fueron descendiendo de sus cientos de máquinas y… muriendo dolorosamente ahogados, pues eran una forma de vida que respiraba metano, mucho más beneficioso para los poros y las pieles grasas. Toda una raza podría haber perecido en este desafortunado fallo de cálculos, pero el destino quiso que algunas de las naves fueran ingeridas por las vacas que pastaban en esos campos y que, ¡bendita casualidad!, tenían problemas gastrointestinales en forma de ventosidades, de manera que en el sistema digestivo bovino aprendieron a gestionar las pequeñas cantidades de metano producidas por los organismos vivos.

Con el tiempo los metinos fueron conquistando sistemas digestivos con su tapadera E. Coli Enterprises, hasta que llegaron al colon de un humano y se dieron cuenta de que era la especie adecuada. Desde entonces, cada vez que tienen oportunidad, ya sea mediante combustión externa (en el retrete) o interna (cuando los gases escapan de nuestro cuerpo en la cama, debajo de la manta), tratan de ponerse en contacto con nosotros para hacernos más evolucionados y sabios. Pero la falta de metano en nuestra atmósfera los vence una vez han solucionado parcialmente nuestras dudas.

Una historia dura y conmovedora, y llena de pequeños héroes azules, pero que nos puede ayudar a conocer nuevos métodos para que los cereales no se ablanden en la leche caliente. Ahora acabo de meter a un voluntario en una cámara estanca que llenaremos de metano sacando todo el oxígeno para poder hablar con ellos; estamos impacientes por el resultado de este experimento…

miércoles, 9 de enero de 2008

Capítulo 1º: ¡¡Llamas a mí!!

Clausuro oficialmente este periodo vacacional Hannukah-navideño-festivo, con un texto nacido de la colaboración entre los primos Bibián más “especiales”: Fernando, cofundador (junto a los chinobots) del Pliegue, y un servidor web.
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Entre el País de los Locos y el de los Sabios, la Academia, hay un estrecho y tortuoso camino sembrado de pequeños arbustos que, si tropezamos y caemos sobre ellos nos clavan sus espinas y creemos CONOCER (insert: ruido trompetas y clarines \type: anunciación). En ese mismo instante, cuando por fin logras entender cómo se afeita Superman, cómo logra ducharse (por no decir cómo honrará la memoria de Onán) Unnus el Intocable y quién sería el vencedor en una batalla Hulk vs. Spiderman, tu madre te pregunta si te has caído en la taza del váter.

¿Qué tiene el cuarto de baño para ser tan increíble? ¿Por qué ese libro apestoso e infumable que dejaste por ahí tirado te engancha si lo lees allí? Aún hay una pregunta más desconcertante: ¿cómo es que en el baño no nos importa leernos enterita la propaganda-libro del Ikea? Hemos desarrollado una teoría junto a importantes estudiosos de una Universidad enormemente prestigiosa. Y es que todos estos enigmas quizá sean consecuencia directa de la acción de una raza pre-post-humana que habita en nosotros (como Freddie Mercury o David el Gnomo). Es posible que resulte una hipótesis osada e innovadora, pero los plátanos de canarias tienen manchas y, además, los albañiles llevan zapatillas blancas.

Cuando vamos al baño a saludar al Señor Roca, solemos acompañar nuestro monumento con una serie de gases que has de expulsar porque, si no, suben al cerebro y tienes ideas de mierda: los pedos… ¡¡o eso hemos creído siempre!! Lo que nosotros consideramos pedos quizá no sean más que los exploradores-educadores del micro-cosmos de nuestro organismo, gobernado por los Metinos.

Se trata de una civilización altamente avanzada, cuyo cerebro ha evolucionado tanto que se resignaron a no llevar gorra hace incontables generaciones. Su origen es incierto, nadie tiene muy claro de dónde vinieron, pero las profecías de Chutclu decían claramente “...tãmãnô plãnetã hãiãse €n lõs mãpãs...”, que en lengua romance significa: “El micro planeta en que crecieron y evolucionaron los Metinos fue consumido por el devorador de mundos Galactus sin esperanza para los humanoides de hipertrofiados cerebros. Ante este problema decidieron partir hacia un nuevo mundo dónde pudieran crear un ejército capaz de enfrentarse al devorador de mundos. Para ello, compartirán sus vastos conocimientos con alguna raza inferior y la harán evolucionar hasta que sea apta para la CONTIENDA FINAL.” Esto no es más que una traducción aproximada, claro está.

Si quieren saber más de estos simpáticos hombrecillos, manténganse atentos a sus pantallas hasta que aparezca el segundo capítulo.