Estuve unos segundos absorto, recuperándome, y observando detenidamente las formas que tomaban los dibujos naturales del mármol del lavabo. Sinuosas y convulsas, arremolinadas entre sí, casi violentas, como el carrusel en el que hacía un segundo había montado, y ahora, desahogado, sólo escuchaba el monótono fluir del chorrillo que huía por el sumidero.
Cuando se detuvo la corriente, sólo quedó mi respiración entrecortada y un lento tintineo de gotas que se estrellaban sobre el mármol anteriormente claro y ahora salpicado de rojo. Encontré a mi nariz como el origen de ese hilillo de sangre y reaccioné muy calmado para mi sorpresa, sabiendo lo que había que hacer. Lo limpié con papel y agua y salí de allí. Volvía en mí.
No sé llorar pero somatizo en mis puntos débiles lo que hace afligirme, y mi nariz ya ha sufrido muchos golpes.
El tiempo que se había parado reanudó la marcha y con él, otra vez, el latir del corazón haciéndolo de manera inevitable y por la misma razón. No había cambiado nada la bala que entró con tanto dolor. Pasó cerca del corazón y salió sin dejar daños.
Había sido un tiro limpio. Un golpe encajado que permitió seguir luchando al boxeador y le recordó que no debía bajar la guardia...
No nací ayer. Hay que luchar por lo que se quiere.”
Éste es un texto de un amigo mío, Daniel Díez Cecilia, que en breve abrirá su propio blog, ¿verdad que sí?
1 comentario:
Realmente, debería abrirlo...
Un beso
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