martes, 16 de diciembre de 2008

El final de la asombrosa historia del granjero Howard y sus amigos. 2º capítulo. 2ª parte.

Cuando llegó a la academia "Paratolis" algo le sorprendió. Él era un hombre muy astuto, observador y perspicaz, y a primera vista se dio cuenta de que tenía las gafas sucias y de que en la entrada de la academia había un letrero que no había visto jamás de los jamases en el que se encontraban escritas unas frases en un idioma híbrido del suahili, el arameo y el bretón, lo cual no importó, ya que no tenía ni puta idea de leer. Le habría dado igual que estuviese escrito en Esperanto.

Su entrada en clase fue estelar: hasta las arañas colgadas de la pared gritaban:
-¡Repámpanos! ¡Ha vuelto Howard, el pequeño granjero de la ciudad!

Howard no cabía en sí de gozo, tantos eran los recuerdos que pasaban por su milímetro cuadrado de masa cráneo-encefálica. Allí estaban todos sus colegas de tiempos inmemoriales. ¡Oh, sí! Estaba el Trucha, el Garri, el Demetrio, Eustaquio y Falopio, ampliamente conocido por sus juergas y su gusto exacerbado por el alcohol etílico. Fue campeón olímpico en levantamiento de botella en barra fija en Moscú. De ahí la célebre expresión "me he ligado las trompas de Falopio": todos recuerdan las moñas que se agarraba. Por último, por eso mucho más importante, se reencontró con su amor de la infancia, la Jessi, que volvía a la academia tras una fructífera carrera como aizkolari y harrijasotzaile, llamada por todos Manolo Sorpresas o Manolo el Meriendas.

2 comentarios:

Elenthir dijo...

Y el surrealismo acabó por conquistar el blog y las sesudas reflexiones viajaron a nuevos terrenos gafapastas donde poder pastar entre ampulosas frases y autocomplacencia.

Leteo dijo...

No cantes victoria...