miércoles, 18 de junio de 2008

Carta de navegación

[Escrito por Daniel Díez]

El barco con demasiado lastre no navega. Si desafías esta ley, con gran empuje puedes navegar hasta aguas costeras pero mirarás el vasto horizonte con ojos tristes y escocerán las historias de otros marineros que llegaron hasta altamar.

Pero eso no lo querrá la tripulación, todos tienen sueños y construyeron un barco grande y fuerte que puede llegar muy lejos.
Habrá motines y se solucionarán si comparten el mismo objetivo porque se necesitan todos entre ellos para cumplirlo y no podrá remar solamente un lateral porque, entonces, el barco dará vueltas sobre sí mismo y no avanzaría, al final, se agotarían.

Un día buscarán el océano que les de esa sensación que hincha el corazón, con la cara al viento y los ojos llenos de inmensidad. Merecerá la pena luchar contra las tormentas o empujar el barco si se estancara en el tedio de un mar sin corriente. Y saldrá victorioso para alegría de la tripulación, con nuevas fuerzas y rumbo firme.
Pero sólo conseguirán salir adelante si no incumplen la ley ya dicha, no aferrarse al lastre. De lo contrario, llegaría el naufragio.

En un naufragio hay que nadar hasta llegar a la orilla y eso solamente puedes hacerlo por ti mismo. No puedes intentar salvar los recuerdos y enseres del viaje que ahora sólo se hunden e irías al fondo con ellos. Bajo el agua no se oyen los gritos.
Debes intentar flotar y salvar el cuerpo, que es el presente, aunque a veces te traicione y la piel añore sola , sin tu permiso, otros momentos más dulces...

A partir de aquí no hay nada que pueda decirte sobre qué sucederá. Supongo que algunos se salvarán, otros a pesar del intento no tendrán suficientes fuerzas.
He oído distintos casos en los que supervivientes de un naufragio, al llegar a la orilla, movieron tierra y mar para buscar a sus antiguos compañeros de barco y hubo muchos rescates. Otros decidieron unirse a otra tripulación y zarpar a un nuevo lugar.

Sin embargo, de quién oí esta lección fue de un viejo capitán que desde que llegó a la orilla jamás olvidó los días de su barco pero ni rescató a nadie, ni subió a otro por miedo a naufragar de nuevo.
Creo que tuvo fuerza para flotar pero aún vive y convive con el lastre que hizo hundir su barco.

PS.: (amores y desamores) (y el lastre del pasado)




[50º entrada. Parecerá más o menos oportuno publicar un texto ajeno para esta ocasión, pero así son las promesas. Y yo que me alegro.]

1 comentario:

Loren dijo...

Y yo tengo ganas de que actualices, capullín.

Espero esas cervezas en breve.

Un fuerte abrazo.