lunes, 14 de noviembre de 2011

La caja de música

La llama de una alta vela baila al son de los silbidos que por una rendija toca el viento que sabe a sal y relente. La sinuosa y semierótica danza es contagiosa y las sombras de cada instrumento y cachivache se proyectan en la pared entonando una orgía chinesca protagonizada por la silueta del farero, que se dedica a sacar de la mano a todas las demás sombras hasta la pista de baile. Si se pierde de vista la pared, el enorme y tosco cuerpo del farero se impone entre el entorno inmóvil. Y cuando él levanta la mirada del periódico y la pasea por el cuarto, la inquietante hiperactividad de los bailarines le recorre la espalda agarrada a un escalofrío, como el que sentiría un niño bajando las escaleras de un sótano mientras una caja de música se hace oír desde la oscuridad. Pero el niño, que no tiene más remedio que continuar, trata de acallar el terror tarareando una canción que conoce. Y el volumen de la cajita, de reborde de porcelana, sube y sube cuando el niño se tapa los oídos con las palmas de las manos enfundadas en las mangas del pijama, hasta hacerse ensordecedor y elocuentemente chirriante. Es posible que el farero tema lo que rodea a su amado faro. Pero quizá lo que teme es la propia figura amenazante y malvadamente majestuosa que con un ojo de luz otea el horizonte en busca de barcos extraviados que atraer hacia sí como una titánica y muda sirena. Siempre ve el faro coronado de fieras nubes negras. Y el temor se convierte en odio y viceversa y solo queda la opción de no separarse de una condena autoimpuesta a modo de terapia de choque. Espera curarse tarde o temprano. Y el día que coge esas escaleras camino del exterior, silba una tonada nostálgica como todas las que conoce, intentando silenciar la diabólica caja de música que quiebra la oscuridad allá abajo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todavía no puedo parar de reírme cuando despedimos de mi casa, brazo alzado, a aquel individuo. Menos mal que en mi cuarto pudimos, al menos, tener una conversación sensata.

Un saludo.