domingo, 7 de junio de 2009

Amor impresionista

Nuestro amor comenzó en mi infancia.

Ella coronaba una carroza y yo la esperaba en un balcón. Era Día de Reyes (después rebautizado como Día del Maldito Cangrejo). Sin certeza alguna puedo asegurar que hacia mí dirigió sus ojos. En lo que duró esa mirada, de fugacidad eterna, juraría que me amaba.

En otra ocasión, incluso, ella estaba con cerveza y otro hombre, pero me buscó con la vista. Al fin, ella me miraba y yo la miraba. Entonces diría... no, juraría, que me amaba.

Enterrado junto a un vagón y otras cien personas solo vi a una. Lo demás, retragado por la tierra. Leía y tarareaba, pero la notaba en la piel y me puse rojo. Se fue sin dirigirme la palabra, pero juraría que me amaba.

Yo la amé cada vez. Balcón, bar, metro y playa y también aquella plaza. Y también otras setenta y siete veces. Y también anoche: abrió los ojos despacio, bajo el peso de mi cuerpo y juraría que me amaba. Luego me lo dijo.

Y yo la amé cada vez. Y también anoche. Luego se lo dije.

4 comentarios:

Jesús V.S. dijo...

Me encanta el final de cada párrafo, sobre todo el resto, que también me gustó bastante.

Ya me contarás el origen. Un abrazo chaval. :)

Leteo dijo...

Tendré que inventarme una historia sobre el origen porque si no... jaja

anacabs dijo...

prosa poética tenía que ser.. :)

Jacdak dijo...

Esta muy chingona la historia. Ojala que alla sido producto de la realidad, porque vaya que se la rifo ese gallo hasta que logró culminar ese amor. Espero luego visistes mi espacio y me hagas una critica constructiva... quiero aprender.