sábado, 24 de noviembre de 2007

Terreno vedado.

El otro día, amigos, quise ir a la Felicidad. Y, ¡no os lo vais a creer! Al llegar a las puertas de las almenadas y grandiosas murallas, me encontré un vetusto y rudo cartel. Podréis imaginar hasta donde llegó mi sorpresa al leer que el lugar estaba "vedado a artistas y soñadores". En realidad, el asombro apenas duró unos instantes, porque enseguida me di cuenta de lo divertido y absurdo de la situación. Era una prohibición completamente inútil, ya que si nos cerraban la puerta delantera, sin duda entraríamos por la trasera. ¿No somos nosotros acaso capaces de regocijarnos en la tristeza? No, por supuesto, de cualquier tristeza, tan solo de aquella tristeza que nosotros conocemos como si hubiera salido de nuestras entrañas. Es más, muchas veces así ocurrió. Es ésta una tristeza pura, de lágrimas limpias, casi sin sal, algo verdaderamente hermoso. ¿No somos eternamente felices nosotros con la belleza, aún cuando ésta venga de la tristeza?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena reflexión Nacho... Esta noche nos lo vamos a pasar bien con cosas mundanas como dice Jose, así que nada de tristeza XD

Un abrazo

Anónimo dijo...

Por supuesto.
Arrastrándonos por la tristeza se puede llegar muy lejos.
La alegría de estar triste, que dijo no sé quién.

Un abrazo!
Muy buen texto

Anita dijo...

Creo que no te hace falta mi opinión, verdad?

Un beso muy grande!!