lunes, 12 de noviembre de 2007

Subió al autobús una vieja que olía tremendamente a hospital. Es un olor muy desagradable; creo que por eso me llamó la atención aquella mujer.
Es un aroma verdaderamente curioso, porque no es que algo huela mal, como los vertederos, por ejemplo. Es más como si algo hubiera perdido su olor, o mejor, como si se lo hubieran arrebatado. Puede que sea eso lo que nos repugna tanto: que algo haya dejado de oler de una forma descriptible, o al menos definida, como si hubiera dejado de pertenecer al mundo que conocemos y, por tanto, podemos soportar.
Muchas veces me pregunto cómo aguantarán las médicos y los enfermeros; si se acostumbrarán paulatinamente al no-hedor o simplemente lo soportan estoicamente al estar su espíritu iluminado por Asclepio, la divinidad griega también presente en las vidas de Hipócrates o Galeno.
Me parece curioso por todo esto que para publicitar algunos productos femeninos afirmen que “no-huelen”, cuando eso es algo que ya todos conocemos y evitamos.
Bueno, quiero decir que esa mujer casi carecía de olor.
El olor a hospital es muy inhumano, porque todo lo que tiene que ver con los humanos desprende un olor, casi siempre apestoso además.
Por eso, por extraño y despreciable que pueda parecer, me alegré de una manera indecible por lo que ocurrió después: Cuando la vieja bajó del autobús, olía increíble e indudablemente a muerte.

3 comentarios:

Anita dijo...

Me gusta...
Increible última frase!

Anónimo dijo...

Para haberlo hecho justo antes de venirte a jugar unos pros es bastante sorprendente

Anónimo dijo...

Has descrito ese no-olor tal y como lo siento yo también. Es tan angustioso, verdad? Horribles hopitales...
Increible, me ha gustado mucho Nachito!