Traviesa, tuerce su labio inferior en una sonrisa, mientras me condenso y lluevo y lloro sobre su espalda desnuda. Densas nubes de un aroma dulzón se van formando en la habitación cerrada a cal y canto de la que nunca saldremos; y tal, y canto mil canciones en su oído porque es mía y yo soy definitivamente suyo: rodeado, como estoy, por su olor y apresado, como estoy, por su pelo castaño claro y deslumbrado, como estoy, por sus destellos dorados.
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