viernes, 16 de enero de 2009

Imaginación desbordante

Mientras leía, vi entrar, en la parada de República Argentina, a una mujer rubia. El cómic se iba acabando y, habiéndome dejado mi precioso iPod en casa, echaba mano de la mochila, buscando a tientas el libro que llevaba. Así podría sustituirlo por el cómic en cuanto los basanos se declararan contra Lucifer, tras lo cual seguía una página en negro y otra en blanco.

Tenía los ojos muy azules con un aire sensual, entreabiertos, protegidos por los cristales rectangulares y finos de unas gafas de montura al aire. Igual de entreabiertos llevaba los labios gruesos, que parecían fruncidos en una medio mueca que, seguro, despertaba pensamientos lujuriosos en la mayoría de hombres, sentados o de pie, del vagón.

Ignatius Reilly se estaba tomando un repulsivo baño mientras su madre se desahogaba telefónicamente con Santa, la tía del patrullero Mancuso: el obeso ahora trabajaba de vendedor ambulante de bocadillos de salchicha. Acabaría matando a su madre de un disgusto.

Unas botas oscuras aterciopeladas se camuflaban sobre los pantalones, que podían ser vaqueros, de un color muy parecido, con una chaqueta de pocos botones a juego. Le separaba de la piel clara una camisa blanca a rayas azules o azul a rayas blancas, verticales. También estaba algo entreabierta. Poco, pero suficiente. Y mas pensamientos lujuriosos, y más ojeadas lascivas.

Myrna Minkoff había escrito una carta en el reverso de un cartel que ahora se empapaba entre los rechonchos dedos. Acusaba al gordo de reprimirse e impedirse un desarrollo mental-sexual saludable. La carta carecía por completo de teología y geometría.

El pelo, ondulado, lo llevaba suelto, enmarcando el espectáculo que era su rostro, gobernado por esos ojos.

Mi abierta imaginación trataba de convencerme de que se fijaban en mí.

Salí en Ciudad Universitaria y ella permaneció sentada con los folios en la mano, pese a mi fantasía, empeñada en que me seguía con la mirada.

Camino de la calle, por las escaleras mecánicas ascendentes, sorprendí, en las de sentido opuesto, a otra chica mirándome a los ojos. Quizá.

5 comentarios:

Jesús V.S. dijo...

Desbordante. ¡Qué juego dan los trenes y metros!, ¿verdad?

Me ha gustado mucho este texto Nacho.

Un abrazo fuerte.

Doxa Grey dijo...

Me gusta, me gusta. Sobre todo cómo intercalas las frases.

Un saludo, caballero. ;)

Anónimo dijo...

A mí me gustan las valkirias con pelo al viento y andares caballerescos.

Salud!

Elenthir dijo...

¿Eso son referencias subculturales? ¿Hasta aquí han llegado?
Te miran porque los Bibián lo llevamos en la sangre... xD

PD: kedog (una version corta del chiste de mistetas)

Leteo dijo...

Jajaja The Bibián we got it!!! (es que estoy enganchado a una serie en v.o.) XD

PD: "ReAshhRO" awesome!!!