martes, 12 de junio de 2012

Sobre Roma y tantas cosas

La impresión que deja Roma es la de ser una ciudad majestuosa, que se ha enredado con los bordes del vestido al bajar una larga escalinata de piedra desgastada y ha caído de bruces en medio de los que, desde abajo, la adoraban. Tras el descalabro casi se ha visto obligada a complacer a aquéllos, y no se ha atrevido a no convertirse en una parodia de sí misma. Le ha faltado dignidad y orgullo. Ha leído la prensa y la literatura extranjera a las que no les importaba ser injustos y se ha creído todos los tópicos, y los ha asumido, se ha hundido y ya no sabe cómo volver a la cumbre. Al Imperio. Se la ve falta de andares, de gestos y sonrisas brillantes, de una carcajada oportuna e inteligente y de unos ojos que la volvieran a hacer sentir atractiva, que despertaran su altivez y su grandiosidad. Que sacaran su lado presumido. Hasta que entre las Cuatro Fuentes con un vestido rosa pálido, tacones con sandalias plateadas, casi romanas, y destellos dorados apareciste tú. Y allí, el cambio de rasante.

1 comentario:

Una dijo...

Ese cambio de rasante del que no hablas es lo que más me interesa.