jueves, 28 de junio de 2012

Bruma de noche cálida

He salido a la terraza y muchos escalofríos. Esta noche de principios del verano es sofocante, pero en la terraza del ático del quinto piso corre el aire.

El cielo está de un turbio naranja rosado o de un difuso rosa anaranjado. Distingo entre brumas las luces rojas que coronan un rascacielos y la Luna está tan baja que parece formar parte fija del skyline. Si me tumbo en la cama puedo ver una buena porción de cielo, pero solo de la región más oscura. Y de la Luna ni hablamos.

Apoyado ahora en la barandilla miro al suelo allá abajo y me preocupa darme cuenta de cuántas posibilidades hay de que se malinterpretara un accidente. Sobre todo por Ella. A veces se me acusa de describir escenarios demasiado tenebrosos. No creo que Ella cargue muchas de esas posibilidades, pero son justo ésas las que más me preocupan. Soy capaz de imaginar el último pensamiento que llegaría a mi mente antes de reventarme contra el suelo: "Por qué cojones lo he hecho". Supongo que no hallaría respuesta a tiempo. Instintivamente doy un paso atrás, temiendo un repentino golpe de viento o un impulso psicótico.

Cuando vuelvo a mirar arriba las brumas se hacen más densas y la Luna se cubre con un velo. Y ya no está tan fija y se va ocultando, poco a poco, tras los tejados. No la volveré a ver esta noche.

1 comentario:

Una dijo...

Interesante lo que ocultas en tu mente, al menos, te queda un ápice de sentido común y temeroso tal vez del viento, quizás de tu inconsciencia, te echas atrás. Nada vale tanto esa pena.

Háblalo, sea lo que sea.