lunes, 24 de mayo de 2010

Ménage-à-trois-mai

¿Me concedes este baile?, dice él. Ella sonríe, pero no me pises, y acaban balanceando sus cuerpos torpemente (más él que ella) y en completo silencio, como en una mala peli de Hollywood, comenta él. Ella frunce el ceño y le reprocha que sea un idiota que siempre estropea los momentos, pero le besa y él brilla más que la Luna, porque de ellos se ve separada por un velo que deja intuir la silueta de su luz pero no permite distinguir sus facciones de pálida y pensativa Reina, como en un juego de sombras chinescas detrás de un biombo y Ella, pálida y pensativa, alcanza a ver las siluetas oscuras de ellos en un lento y acelerado abrazo que no llega adonde quiere llegar pero que ya llegará, como otras veces y como ninguna. Y él volverá a nacer, como siempre y como nunca, saliendo del cuerpo de ella hacia el frío exterior, que no lo es tanto entre sus brazos.

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