jueves, 4 de febrero de 2010

101

Yo dentro de un amasijo de hierros, luces, carne y aire viciado. Fuera, lágrimas lamiendo los cristales, dejando surcos de saliva y roña. Dentro, lluvia en los ojos, arrastrando arena y sangre, allá donde mire. Ahí unos ojos secos, completamente abiertos e invadidos por los capilares, con expresión psicotrópica y una mueca de clemencia solicitada con fervor casi religioso. Fuera, la oscuridad impone su gobierno, implanta su particular dictadura del terror. Dentro, ello me permite verla reflejada; verla allí fuera impasible, bajo el manto de llanto de la Tierra, soportando el régimen opresor de las tinieblas con estoica quietud y un traje de presidiaria a rayas verticales de roña y saliva. Al darme la vuelta quedo del todo sorprendido por la absoluta luminosidad de su rostro aquí, dentro. No la recordaba tan brillante.

1 comentario:

cabs dijo...

Acabo de descubrir esta entrada. No sé muy bien por qué pero tiene algo...lo que tiene la prosa poética jj