sábado, 22 de agosto de 2009

Divagaciones en el manicomio

-¿Una posición incómoda? No lo será más que la del sentado en un váter ajeno sin pestillo en la puerta que le ampare. No me encuentro más vulnerable en ninguna otra situación. Con el trasero apoyado solo mínimamente, preparado para saltar como un resorte felino en el momento indicado. Sudando, a veces, por la tensión contenida. Si se llega, empujando la puerta con la mano y si no, con la pierna, y si tampoco así se alcanza, temblar con los puños apretados, gesto digno por si las moscas...
-¿Por si las moscas qué?
-Yo que sé. Es una expresión. Por si las moscas son atraídas por la mierda, supongo.
-Touché. ¿Y qué más?
-Gesto digno por si las moscas y la mirada fija en el pomo, atenta a la menor vibración, que si llega irá seguida de una voz de aviso que nunca consigue ser más que un ladrido, nunca una verdadera frase, con sujeto y predicado y todo eso. Eso, amigo, es una posición incómoda. Más aún que la de aguantar ventosidades en el cine y tratar de ahuecar la postura para amortiguar el sonido y ver al ocupante del asiento vecino torcer la nariz y mirar a un lado y a otro mientras uno se concentra en las palomitas y casi mete la cabeza en el cubo como una estúpida avestruz.

[Otro escatológico trozo de Miedo y asco en el País de las Maravillas]

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