Cuando estoy con ella me vuelvo torpe, como si llevara guantes de boxeo. Afortunadamente ella es fuerte como un saco y encaja los golpes como las caricias que pretenden ser.
Cuando hablo con ella me vuelvo poco hábil, como con manoplas de cocina. Menos mal que ella es dulce como un postre y entiende mi escaso tacto.
Cuando la miro me vuelvo obtuso, como leyendo un libro alemán. Por suerte ella es paciente como una maestra de párvulos y traduce mis balbuceos.
Cuando la toco me pongo acelerado, como un solo de guitarra. En compensación ella es suave como una nana y su música amansa mi fiera.
Me he dado cuenta de que encajo perfectamente entre tus brazos.