sábado, 27 de febrero de 2010

De estar jodido y no saber muy bien por qué

>>No es un gran algo, sino muchos pequeños algos.

PD: Primer curso del manual para publicar unas veinte líneas de mierda, borrarlas, perderlas por equivocarme al cerrar una pestaña del navegador y resumirlas en una frase que ni es nueva ni es del todo mía.

jueves, 25 de febrero de 2010

S-Bahn: Potsdam - Friedrichstrasse

Estamos en nuestra propia pequeña nación, rodeados de lenguas gordas y extrañas, que no comprendemos y que no nos atrevemos a tratar de comprender. Porque en nuestra propia pequeña nación apenas tenemos territorio, aunque sí muchos himnos, y está hecha de imágenes, que duran más o menos, algunas fijas y muchas más en movimiento. Hubo un tiempo en que todos tuvimos naciones distintas aunque próximas entre ellas, y que quizá no nos pertenecían del todo, pero aquéllas se extinguieron en la distancia. Ahora, en nuestra propia pequeña nación, las noches duran la mitad, pero hay el doble. Y mientras las lenguas gordas y extrañas e incomprensibles tratan de quemar su tarde, en nuestra propia pequeña nación es ya noche cerrada, y casi todos duermen.

jueves, 18 de febrero de 2010

Haiku II: Reflejo

Me gusta verte

porque yo, en tus ojos

soy otra persona

lunes, 8 de febrero de 2010

La más bella

De mis labios, muy pocas palabras: “tengo que irme” o “me marcho” o “te quiero, pero…”. De los suyos, de un rosa tenue, solo el gesto fruncido de una obra maestra. Uno de esos por los que más de uno se arrancaría el brazo izquierdo y lo ofrecería a las Musas para poder retratarlo con el brazo derecho. Un ligero y sutil rastro de maquillaje peligra cerca del brillo de sus ojos (corriendo el riesgo de dejar un borrón en el pálido lienzo), que se dirigen muy lejos de mí y de aquí, a otro tiempo y otro lugar. Está empezando a borrarme de su piel, quizá. Aguzando el oído solamente escucho los segunderos de todos los relojes, que unen sus fuerzas para empujar el tiempo y hacer caducar el presente. Mi cuerpo se estremece en un aterrado escalofrío. Todos los motivos, ahora (un ahora moribundo), carecen de sentido, mientras la veo llegar; allí está: la lágrima más bella.

sábado, 6 de febrero de 2010

Mueven blancas

Juego con negras, así que solo queda esperar. Nos encontramos sentados frente a frente, que ya es algo, pero la partida no comenzará hasta que quien tengo delante ejecute su primer movimiento. No considero que tardar tanto sea culpa suya, porque esta primera decisión condicionará todo lo que vaya a venir después, y lo sabe. Solo queda esperar. Soy consciente de que no tengo ninguna posibilidad de actuar mientras tanto, pero aun así mis músculos se mantienen en tensión y mis ojos clavados en la mesa. Su mirada, vaga, se posa en cada casilla del damero. En un momento determinado, su mano se mueve a la misma velocidad (o ausencia de velocidad, mejor dicho) que la de un camaleón o un perezoso en dirección a un peón o un caballo. Tan despacio que parece que pretende esquivar mi atención y que no va a llegar nunca. Y así es, porque justo antes de rozar la pieza, sus dedos toman el camino opuesto a la misma ausencia de velocidad, dejando atrás mi corazón palpitante que había acelerado bruscamente su actividad cuando la sombra de sus afilados dedos casi desprovistos de uñas se cernía sobra la figura de madera y esmalte. Las pupilas barren de punta a punta la superficie de marfil y ébano, sopesando todas las posibilidades. Yo puedo divagar cuanto quiera, pero de nada me servirá mientras el primer peón no avance o un caballo salte. Así que solo me queda esperar. Debería estar habituado, por las precedentes partidas, a jugar con negras, pero mis músculos no quieren ceder un ápice y mis nervios obligan a mis ojos a mantenerse abiertos y a reducir al mínimo los parpadeos, viajando rápido y despacio del tablero a mi oponente y de mi oponente de vuelta al mundo de Alicia a través del espejo. A mi modo estoy casi relajado, pensando más o menos "hasta que no llegue mi turno, no tengo de qué preocuparme". Sin embargo una buena parte de mi cerebro discrepa. Es la misma parte que ordena a mis extremidades que se mantengan a la expectativa, como las de un león acechando a su presa o como las fauces abiertas de un cocodrilo, preparadas para cerrarse violentamente en cuanto tengan ocasión. Por eso a ratos pienso que en cuanto me toque, mi acción sera inmediata y fulminante. Justo después creo que es probable que me demore tanto o más que quien reposa en esa silla igual que la mía (el mismo contrachapado, los mismos elementos metálicos, el mismo barniz barato), a apenas un metro de distancia, con aire despistado, que parece que se ha pinchado con una rueca o ha comido una manzana en mal estado. Solo me queda esperar a que muevan blancas.

jueves, 4 de febrero de 2010

101

Yo dentro de un amasijo de hierros, luces, carne y aire viciado. Fuera, lágrimas lamiendo los cristales, dejando surcos de saliva y roña. Dentro, lluvia en los ojos, arrastrando arena y sangre, allá donde mire. Ahí unos ojos secos, completamente abiertos e invadidos por los capilares, con expresión psicotrópica y una mueca de clemencia solicitada con fervor casi religioso. Fuera, la oscuridad impone su gobierno, implanta su particular dictadura del terror. Dentro, ello me permite verla reflejada; verla allí fuera impasible, bajo el manto de llanto de la Tierra, soportando el régimen opresor de las tinieblas con estoica quietud y un traje de presidiaria a rayas verticales de roña y saliva. Al darme la vuelta quedo del todo sorprendido por la absoluta luminosidad de su rostro aquí, dentro. No la recordaba tan brillante.

martes, 2 de febrero de 2010

El topo moribundo

Sin gafas ni lentillas soy como un topo, buscando túneles entre sábanas. Buceando sin oxígeno, tarareando. "Soy minero y verás qué pena me da si se me muere el canario".

Con las manos sudadas resbalo y patino. Soy ridículo. Pero puedo tirarme por el tobogán y acabar en la piscina. Aunque no tenga agua. De cabeza.

Los egipcios escribían antes con jeroglíficos, pero el Ministerio de Defensa francés dice que se les han acabado las rosetas.

Un día, mañana por la mañana, te contaré la historia de una rata excavadora que hablaba (con) lenguas muertas y un día, mañana por la mañana, fue a morir enterrada bajo el viejo lecho seco de un mar muerto, seco y enterrado.


[Ésta es la centésima entrada del blog... Yuju, ¿no?][Feliz, feliz no-cumpleaños]