sábado, 28 de noviembre de 2009

El vino, como sangre, derramado

Cuando empezamos alegremente a abrir botellas, dijiste que tenías una bodega llena, aunque yo siempre tuve miedo de descorchar por accidente la última. Entonces, de repente, el incendio.

Espero que, al menos, la altísima, babélica, columna de humo se divisara desde la lejanía con hermosos colores y que los efluvios q emanen de los flambeados caldos impregnen la noche de dulces aromas de fruta y madera. Y quizá las cenizas abonen en alguna otra temporada una nueva cosecha con mejor suerte.

martes, 24 de noviembre de 2009

Alakrana y últimos fichajes

Ahora tengo un grave problema (bendita sea mi situación por poder llamar a esto grave problema). El terrible caso es que la Nueva ha desaparecido (quizá para siempre) y me he quedado más bloqueado que Cuba. Hace poco más de dos meses, la primera idea surgió casi espontánea, prácticamente de la nada, pero a fuerza de narrar en primera persona, la historia se vuelve más y más autobiográfica con cada línea (y no digamos ya con cada punto y aparte).

Entonces, ¿cómo seguir el relato de mi vida si ésta se ha paralizado? La única forma que se me ocurre es volver al lugar de donde partí, desvincularme del protagonista, hacer que de nuevo la imaginación desnuda tome el timón de la cochambrosa nave. En realidad no es tan difícil. Solo hay que cambiar una palabra de la última página que logré escribir de aquella historia por otra. Un nombre por otro, un sencillo cambio de cromos: Lectora en lugar de Nueva (Nueva ha causado baja, coloca en su lugar a Lectora). Un cambio tan simple permitiría volver a la más pura y limpia ficción y escribir sería otra vez un acto de feliz creación y no tanto de minucioso análisis.

El problema, como ocurre siempre para poder decirnos en un "caso grave", es que hay una complicación, por supuesto: que no quiero hacerlo. Y es porque prefiero mantener secuestrado el relato si el rescate supone ofrecerme a mí mismo como rehén.

sábado, 21 de noviembre de 2009

2013

Y aquel día vio cómo los astros colisionaron formando inmensas bolas de fuego y vio cómo los horizontes se elevaron hasta juntarse los extremos en lo más alto de la cúpula celeste, sumiéndole en una oscuridad total momentos antes de la Gran Explosión.

viernes, 20 de noviembre de 2009

¡Silencio, silencio! ¡Aquí yace la Esperanza!

-Acércate, querida, ¿me oyes? Ya ni sé lo que digo. ¿Cuánto queda para que vengan los niños del colegio? Mis hijitos, ay. Oye, hoy que vengan directamente, que quiero verlos, que no se queden con los hijos del vecino, los del Guardia. Pero, ¿por qué lloras, chica?

Esperanza está mala. No se acuerda de las cosas, a veces, y otras, cree en cosas que ya no son, pero que sí eran. Pero eran hace muchos años. A su lado, junto al sillón, frente al televisor, Sonsoles. Ahora no la recuerda, cree que es de la familia, pero le da pudor reconocer que no está segura y no dice nada al respecto.

-¿Mis hijos van a venir o qué? Ay, chica, que la niña viene más, pero el otro… ¿Cómo era?

-José Ignacio.

-Ay, sí. José Ignacio, mi Chacho. ¿Dónde está? Estará trabajando, claro. Los policías trabajan mucho. Ay, mi Chacho, ¡qué orgullosa estoy!

Iñaki, no José Ignacio, no está trabajando. Hace mucho que salió de la Ertzaintza para fugarse a Francia. A Bayona o algo así. Sonsoles sí que se acuerda, claro.

-Sí, Esperanza, sí. Tu hijo, un bendito.

-Pero, ¿por qué lloras, chica? ¿Tú también lo quieres mucho? ¿Es eso, eh, chica?

-Soy Sonsoles, Esperanza.

-Ya lo sé, boba, ya. Que no estoy mal de la cabeza, chica.

Lo ha dicho sin mucha convicción, por la cara de Sonsoles, más que por otra cosa.

-¿En qué piensas, chica?

-En nada.

Es mentira, claro. Sonsoles piensa en Esperanza, la pobre, que siempre renegó de lo que su hijo hizo después de abandonar la Policía pero se resistió a renegar de su hijo. Piensa en todas las horas que debió pasar sentada en un coche para visitar a su Chacho, al que siempre encarcelaban muy lejos de casa, cuando aún recordaba las cosas, antes de que llegara esta enfermedad que a Sonsoles se le antoja un regalo del cielo, por muy duro que suene. Por muy duro que suene y por mucho que rece por ella y por que se cure, no puede evitar pensar, a veces, que esta enfermedad es un regalo que el cielo ha enviado a Esperanza, para que no termine su vida sabiendo en qué se ha convertido su hijo, el mismo que tantas alegrías le dio cuando era joven. Que hasta le dieron una condecoración, en Madrid, hace ahora unos cien años.

-En algo estarás pensando, boba.

En lo que seguro no está pensando es en Iñaki. Seguro que no. Y tampoco en su marido. Ni en su cadáver tampoco, acribillado, tirado frente a la puerta de la casa hace ahora unos cien años.

-Mira que eres boba. Pero, ¿por qué lloras, chica?

-Por que sí. Por nada.

-No seré yo la que está tan mal de la cabeza, entonces.

Esperanza Chaos muere el 27 de enero de 2007, a los 83 años de edad, tras año y medio de dependencia producida por el Alzheimer y soportada por Sonsoles, viuda de Herrera, un militar finado por ETA en 1977. Por causa de sus hijos, Esperanza comparte un doble nexo con Sonsoles. El primero representado en el anillo que une a Altamira, su hija, con el hijo de ella. Son consuegras. El segundo nexo se constituye por otro familiar de cada una de ellas. Una víctima y un verdugo. El esposo de la otra y el hijo de la una, respectivamente: José María Herrera y José Ignacio De Juana Chaos.

[Es un chorri-reportaje que tuve que hacer para una asignatura de la carrera y yo qué sé... Es muy mierdoso como reportaje pero a mí me gusta. Está publicado tb en mi blog de la asignatura: Punto Crítico.]

viernes, 13 de noviembre de 2009

2012

Y es que ahora que sé que mi vida gira en torno a un solo eje, temo que, si pierdo ese eje, toda mi vida se desequilibre y entonces los planetas choquen y la Tierra se precipite contra el Sol y se funda en un mar de gases nobles incandescentes.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La cuerda para atar la locura

Ya no es que quiera verte, es que te necesito para no perder la cabeza ni la locura que en ella guardo.

jueves, 5 de noviembre de 2009

-¿De qué tienes miedo, recluta?
-¡De nada, señor!
-¡No me lo creo, capullo! ¡Inténtalo de nuevo!
-¡De todo, señor! ¡Tengo miedo de todo!
-¡Eso es, recluta! ¡Ahora sí me has convencido!

lunes, 2 de noviembre de 2009

Va de traiciones

Sí, de eso va. Ven, que te lo explico. Tienes un carácter muy peculiar, ¿lo sabias? Perfecto para un personaje de novela policiaca o de comedia negra... ¿Qué? No, no he dicho nada. ¿Y qué dices que pensaste ayer, lo de esa anécdota tan graciosa? Habla, habla mientras yo tomo notas. ¿Que he dicho qué de unas notas? ¡Qué va! Digo que si no notas que empieza a hacer frío. A ver, un momento, sí, situate un poco más a la izquierda. Ahí está perfecto, ahora a la de tres sonríe, por favor. Muchas gracias (quedará fantástico en mi próximo relato).