jueves, 30 de abril de 2009

Así habló Quasimodo o El derrocamiento del león

Víctor Hugo, en una de sus extensas divagaciones sobre arquitectura, hace una afirmación que me recordó inevitablemente a Nietzsche. Este es el fragmento al que me refiero, de su obra Notre-Dame de Paris: "[···] el feudalismo intenta compartir el poder con la teocracia, mientras llega el pueblo (que llegará inevitablemente) y que, como el león, tomará para sí la mejor parte."
Por su parte, Nietzsche, en Also sprach Zarathustra transcribe este discurso -que fuera declamado en Die bunte Kuh, la Vaca Multicolor-: "[···] ¿Quién es el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? 'Tú debes' se llama el gran dragón. Pero el espíritu del león dice 'yo quiero'. [···] Hermanos míos, ¿para qué se precisa que haya el león en el espíritu?¿Por qué no basta la bestia de carga, que renuncia a todo y es respetuosa? [···] Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello, hermanos míos, es preciso el león."

A nadie se le escapará que parecen hablar del mismo león, pero tampoco que la imagen del francés es excesivamente optimista: el pueblo, llano y simple por definición e ignorante en honor al colectivo, tomará para sí lo que él crea la mejor parte, que rara vez coincidirá con el mayor premio... incluso la nobleza supo elegir mejor. El alemán renegado de tal, en cambio, considera a este león, al pueblo, un afortunado paso hacia el Niño (el del santo decir sí, la inocencia y la creación de nuevos valores). El negador nihilista sería, si juntáramos las palabras de ambos sabios, quien se ocuparía de los grandes edificios hasta que el pretendido súper-hombre llegue. O hasta que el niño, bailarín del precipicio, decida dormir para siempre al raso y convertirse en dios y en Dios.

"Dios dijo:'Haya luz' y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena, y la separó de las tinieblas."

lunes, 27 de abril de 2009

Hermandad Universal

Cuando mi primo me esconde las llaves del coche y la chaqueta verde, me desplazo en tren hasta Madrid para ir a clase. Afortunadamente no ocurre muy a menudo; solo cuando yo le escondo el mando del televisor y la barra de labios.

Desde debajo del jersey morado y apoyado en mis zapatillas favoritas, que pertenecieron a mi padre, sujetaba la barra que soporta el techo del vagón, aterrorizado ante la idea de que se desplomara sobre mi cabeza. Cuando subió una pareja en la estación de Torrejón y se ofreció el galán a cumplir el papel de pilar, pude al fin sentarme, no antes de darle las gracias, claro, ¡que una vez fui a un colegio de pago!

Agotado como estaba (solo fueron dos paradas pero, al estar lloviendo, el techo pesaba más de lo normal), me desplomé en el primer lugar libre, es decir, al lado de una chica a la que no podía dejar de observar. Y no es que me atrajera, lo cual no sería extraño teniendo en cuenta mis antecedentes hormonales, sino que, en cuanto desviaba la mirada, olvidaba su cara y eso me frustraba. El caso es que no era en absoluto fea, pero al parecer carecía de todo rasgo que invitara a mi lujuria o mi interés. Tampoco encontré en ella ningún detalle que me desagradase. No sería capaz de describir su rostro, como decía, pero creo recordar que no carecía de feminidad. No era ni alta ni baja, ni flaca ni gorda, ni nada de nada. Se diría que estaba bien proporcionada. O al menos eso pensé en aquel momento. Puede que fuera morena, pero a ratos me vienen a la memoria ciertos destellos rubios cuyo origen no puedo concretar.

Ante la imposibilidad de precisar nada más la catalogué, sencillamente, como la Hermana Universal. Tenía (tiene, en realidad, a no ser que se cayera al salir del tren y le encontraran un cáncer terminal o una enfermedad degenerativa en fase avanzada que, tristemente, haya acabado con su vida antes de escribir yo esto) aquello que las hermanas tienen para los hijos de sus padres que hace que ellos, excepto en particulares excepciones, se vuelvan inmunes a las trampas que ellas pudieran dejar caer. Quizá las trampas de la pobre difunta llevaran repelente en el cebo. O es posible que fuera mi hermana en otra hipotética vida pasada, porque en Asamblea de Madrid-Entrevías la vi, con la cara pegada al cristal grueso y, como me daría cuenta después, pegajoso, besándose apasionada con un chico joven al que, sin ningún atisbo de vergüenza, me declaro completamente incapaz de describir.

miércoles, 22 de abril de 2009

Requiescat in memoria nostra

¿Qué significa eso de Paz Eterna? Yo diría más bien Rollazo Absoluto. La manía de que la eternidad debe ser algo bueno y preferible solo viene de no haberla presenciado. Es igual que "¡Oh, vaya! Ir a la selva tiene que ser estupendo" y un mes después rezar un par de Padresuyos entre las fauces de una pantera del tamaño de un elefante. ¿A quién puede aliviar que nuestros muertos estén en "un lugar mejor" lejos de nosotros? Si somos sus seres queridos preferirían estar cerca, digo yo, por mala que sea la situación. Odiaría ver que mi padre estuviera quedándose mirándonos sin más desde el interior de una burbuja de profunda y opiácea felicidad. Ni siquiera eso, porque paz nunca fue sinónimo de felicidad, sino más equivalente a apatía y a nunca-pasa-nada. Prefiero saber que está conmigo en un sentido mucho menos metafórico.

Confío en que la vida tras el fin de la vida resida en la memoria ajena y, gracias a eso, podríamos dejar de oír hablar de tanta patética rectitud y nos concentraríamos más en amar o ser amados, ya que solo tendrán Vida Parte II los recordados, ya sean queridos o despreciados. ¿Quién podría soñar un paraíso más bello que los buenos recuerdos de los demás? ¿Y qué terrible imaginación crearía un infierno más aterrador que el hecho de que la única constancia superviviente de toda una vida humana (puesto que el resto del cuerpo es solo la devolución de un préstamo que la Naturaleza nos brinda) sean pensamientos de desprecio, aunque a veces se tiñan de lástima y eufemismos?

A algunos les parecerá una idea desoladora y pesimista ("¿Que se puede fornicar a diestro y siniestro sin ir al infierno?") pero esta pretendida certeza me atrae mucho más que ser devorado por un demonio del tamaño de un elefante por toda la Eternidad.

domingo, 5 de abril de 2009

Haiku: Ante mortem

Solo de noche

el armario vacío

y una navaja

jueves, 2 de abril de 2009

¡Dios, qué bella eres! Sería capaz de mirarte durante horas sin cansarme. Tus ojos, tu boca, tus labios. Tus dulces labios. Todo tu cuerpo. Sería capaz de mirar todo tu cuerpo durante horas, mientras me das la espalda y contoneándote te vas de mi lado.

Serpientes acuáticas II. Óleo sobre lienzo, por Gustav Klimt.