miércoles, 18 de febrero de 2009

Amor pero, sobre todo, sexo

Cuando mis amigos se fueron con aquella malísima escusa para dejarme solo con la chica, ya pensé que era mi noche. Ya no me acuerdo ni cómo se llamaba, con que os podéis imaginar si triunfé o no. No hace tanto tiempo.

Después de un rato hablando y tonteando, cogió el teléfono y me soltó un rollo en plan “mi piso se quema/inunda”, “mi tío ha tenido un infarto” o “a mi hermano le acaba de dar una sobredosis/accidente de coche”. Así que se fue corriendo y a mí ni siquiera me dio por pensar si era verdad o no, con el dolor en la entrepierna. Al final, viéndome solo en la barra de un bar con dos cubatas a medias, decidí quedarme y terminármelos, “al menos eso que me llevo para el cuerpo”.

En una de las visitas al baño, a uno le pareció encantador mi paquete y no dejó de mirármelo mientras yo hacía uso del urinario guión meadero. Me hizo pensar lo complicado que resulta tratar con mujeres y lo fácil que sería si no-pensaran, como los hombres, con lo que acabé en el clásico “yo si fuera tía sería una zorra” y en el inevitable “qué suerte tienen los gays”. No recuerdo si esto lo decía en voz baja pareciendo un demente, lo pensaba o se lo gritaba al camarero, ni si era porque ya me volvía la sangre a la cabeza o precisamente porque seguía donde estaba, pero seguro que nadie atendió a mi disertación, así que soy el primero en publicarla.

“Los homosexuales deben…” qué palabra tan horrible, si lo piensas. Con heterosexual lo mismo: parece que absolutamente todo se reduzca al sexo… sí la mayoría de las cosas pero, ¿todo? Digo yo que, porque un hombre se tire a otro hombre, no va a ser necesariamente homosexual. No, si solo se trató de sexo. Lo que llamamos homosexual sería entonces ‘homoerótico’, por ejemplo. Es decir, alguien que siente amor por alguien del mismo sexo o es susceptible de sentirlo (no el amor ése generalizado entre los cristianos, ése que todos se tienen y luego se tratan a patadas; y tampoco el que puedas tener a tu madre, claro). Distinguiríamos entre la gente que simplemente jode con personas del mismo sexo pero que en realidad es ‘heteroerótico’ y los que, además de tirárselas, podrían casarse con ellas, vivir juntos, etc. Con sentimiento, me refiero. Pero claro, no acaba ahí, porque podríamos catalogar a algunos como ‘aeróticos’ si no son capaces de amar a nadie, u ‘omnieróticos’ si pueden amar a cualquiera (da igual si por un rato o de por vida), y así sucesivamente.

Más o menos esto me decía yo allí sentado en el acolchado taburete y decidí poner en práctica la clasificación de la que tan orgulloso estaba. Con solo ver al camarero tuve claro que era bisexual, pero no sabía si meterle entre los ‘aeróticos’ o los ‘omnieróticos’, porque, aunque parezcan opuestos, los hay que viven para siempre con el ser no-amado y los hay que cada día aman de verdad a alguien. Me decante por ‘omnierótico’ con reservas y promiscuo sin escrúpulos ni remedio. Seguí como poco otro cuarto de hora con un grupo que bebía en una esquina y de los que no recuerdo los datos de la investigación, hasta que me aburrí. Cómo se iban a poner los conservadores cuando se enteraran de todas las razas distintas que había descubierto yo solito. Con la que han montado contra los matrimonios homosexuales, imagina si se legalizaran entre gays y lesbianas, quiero decir, gays con lesbianas.

-Hola, guapo. ¿Tomas algo?
-Lo siento, soy heteroerótico.
-¿Qué?
-Un bourbon con limón, gracias.