domingo, 27 de enero de 2008

Y el séptimo día descansó

Las mañanas amanecen ya coronadas en lo alto por el Astro y casi siempre tranquilas, y el piar de algunos pájaros sorprende a los niños vestidos de fiesta, pero con gesto aburrido, caminando hacia Su casa.

Las bocas secas, los ojos rojos, las ropas impregnadas de tabaco. Se las dan de anfitriones, recibiendo a los recién llegados, porque no cuenta como un día más, si acaso como alguno menos.

Alguno menos para los que ya no van vestidos de fiesta, aun manteniendo perenne algunos la cara de hastío, porque el hombre vivió seis días y en este séptimo descansó.

sábado, 26 de enero de 2008

La vida de las moscas

Había aparecido una voluminosa y peluda barriga donde antes no existía nada, y podía sentir cómo se pudría su piel debajo de la raída y degradante camiseta interior, antaño blanca, y los sucios pantalones. Todo el pelo que le sobraba en el vientre, le faltaba sobre la frente. ¡Cuánto echaba de menos su flequillo de rebelde! Al menos le quedaban las patillas…

Tanto se le había desnudado el cráneo que abandonó la patética costumbre de tratar de cubrir las calvas con el cabello del resto de la cabeza. Aunque tampoco tenía ocasión de lucir su brillante testa, porque no salía de casa nunca, desde que nació. Eso le parecía. Definitivamente, hubo tiempos mejores, ¿no? ¡NO!

Fuera de estas paredes, su vida pasada se podía resumir, a modo de metáfora, con una descripción de la presente: no había hecho más que repantigarse en un apestoso sillón y ver cómo su equipo perdía una y otra vez. El resultado no importaba. Él siempre perdía. Perdió la oportunidad de vivir cuando la tuvo. No hizo nada. Jamás. Incluso cuando no paraba por casa y permanecía deambulando de sol a sol. Incluso entonces no había hecho otra cosa que perder el tiempo, nada más que esperar a que le marcaran gol de nuevo, mientras él, de portero, era un mero espectador.

Era un cobarde: nunca lloró. Le asustaba darse cuenta de sus propias desgracias, hasta cuando pasaban por las vidas de los seres que debieron ser queridos. Porque no fue capaz de querer. Ni a personas, ni a cosas, ni de perseguir objetivos. Ni tan siquiera buscó satisfacer su presente. Se dio cuenta tarde de su cobardía, y la lamentó enormemente, pero no lloró. No se atrevía.
Era débil también. Su debilidad era mucha mayor de la que, en su momento, acusó de tener a su hermano Pablo, el pequeño. Ése se cortó las venas.


Pablo amó la vida. La amó tanto que no soportó sentirse engañado por ella.

Pero él era tan cobarde que ni la vida fue nunca objeto de su amor. Por eso no vio sentido a su muerte: porque no se lo encontró jamás a la vida.

Hay una extraña creencia de que ese es el problema de los suicidas. No comparto esa idea. Igual que nadie podría sentir nada por un desconocido, uno del que no se tuviera noticia alguna, nadie que no hubiera VIVIDO con mayúsculas desearía que le llegara la muerte antes de tiempo. Si nada esperas, nada pierdes. Los amantes de la vida somos suicidas en potencia, más que los que la desprecian o ignoran, pero, por fortuna, muy pocos llegan a serlo en acto.

Las arrugas que surcaban su mente eran aún más profundas y sinuosas que las que rodeaban sus castaños ojos. Estaba verdaderamente muy desmejorado.

Encontró un coloso dentro de sí, hecho todo de vacío y hiel. No consiguió nada por lo que mereciera la pena recordarle. Aún más que eso, no existía nada en absoluto que fuera a dejar constancia de su paso por el universo, si acaso este cadáver ya putrefacto.

Atrapado por la chaise-longue tapizada de manchas, supo que Tánatos no tardaría en llegar y que él no se habría movido ni un milímetro. La duda era si el hermano de aquél llegaría antes.

Deseó con todas sus fuerzas cerrar los ojos para siempre abiertos.

sábado, 12 de enero de 2008

La fábula del dictador comunista y el elefante

¿Sabes esa sensación de poder que puede asaltarte -y de hecho lo hace- cuando subes en un ascensor con paredes transparentes? Pues convendría que la conocieras, porque a propósito de este magnificador sentimiento hay un curioso relato que me gustaría compartir contigo:

Se dice que un conocido dictador de extrema izquierda –no necesariamente conocido por nosotros, ni siquiera es preciso que se trate de un dictador de este siglo ni del siguiente- se cruzó, mientras paseaba en un tormentoso día a lo largo de una avenida de la bien avenida capital de su extremadamente-izquierdista estado, con un elefante que, como era costumbre en el país, le saludó con decoro y diligencia, por lo cual el estadista, con el uniforme progresivamente más y más mojado y con algunas gotas distorsionando la visión de las innumerables medallas dudosamente merecidas, no hizo siquiera ademán de interrumpir su militar marcha para castigar una supuesta desconsideración de su poder que, por el momento, no se produjo. Ruego al lector permita la licencia poética que ejercí al introducir un personaje tan absurdo en el relato: es bien sabida la incompatibilidad de un dictador personalizado en un estado verdaderamente de la más lejana siniestra. Después de tranquilizar al lector en este punto (más bien al propio autor), podemos continuar la fábula. Resulta que, cuando el portentoso personaje hubo rebasado al animal, escuchó a su espalda una mal disimulada carcajada. Así la voluminosa bestia se mofaba de la decadente dirección que tomaba el ascensor ocupado por el gobernante, contigua la cabina a la que él usaba.

La resolución de este esópico-samaniego cuento es cómo la felicidad abordó al grandísimo africano al parecerle que su vida ascendía de nivel, estando en realidad estancada, al tomar como referencia la caída inevitable de una autoridad personalista.

viernes, 11 de enero de 2008

Capítulo 2º: Quisiera ser tan alto como la luna... pero no tan pálido

¡¡¡Aquí llega lo que todos estabais esperando!!! Ah no, que solo es el segundo capítulo de la historia metiniana.


El viaje fue largo, pero como la nave tenía BlueRay, BlueTooth y BluePeople (según algunas teorías los metinos pueden ser una especie de pitufos, incluso con la misma jerarquía patriarcal) y la SGAE había desaparecido con su planeta, pudieron ver películas como Horizonte Final, Alien o Un padre en apuros, que les hicieron sentir mucho más seguros dentro de sus latas espaciales. Al final encontraron un planeta adecuado, Venus, pero cómo lo había reservado una corporación intergaláctica para un parque de atracciones tuvieron que conformarse con la Tierra, que carecía de vida inteligente, por lo que su tarea sería aún más ardua. Con sus naves puestas según la formación “El lago de los cisnes”, aterrizaron sobre la campiña inglesa y poco a poco fueron descendiendo de sus cientos de máquinas y… muriendo dolorosamente ahogados, pues eran una forma de vida que respiraba metano, mucho más beneficioso para los poros y las pieles grasas. Toda una raza podría haber perecido en este desafortunado fallo de cálculos, pero el destino quiso que algunas de las naves fueran ingeridas por las vacas que pastaban en esos campos y que, ¡bendita casualidad!, tenían problemas gastrointestinales en forma de ventosidades, de manera que en el sistema digestivo bovino aprendieron a gestionar las pequeñas cantidades de metano producidas por los organismos vivos.

Con el tiempo los metinos fueron conquistando sistemas digestivos con su tapadera E. Coli Enterprises, hasta que llegaron al colon de un humano y se dieron cuenta de que era la especie adecuada. Desde entonces, cada vez que tienen oportunidad, ya sea mediante combustión externa (en el retrete) o interna (cuando los gases escapan de nuestro cuerpo en la cama, debajo de la manta), tratan de ponerse en contacto con nosotros para hacernos más evolucionados y sabios. Pero la falta de metano en nuestra atmósfera los vence una vez han solucionado parcialmente nuestras dudas.

Una historia dura y conmovedora, y llena de pequeños héroes azules, pero que nos puede ayudar a conocer nuevos métodos para que los cereales no se ablanden en la leche caliente. Ahora acabo de meter a un voluntario en una cámara estanca que llenaremos de metano sacando todo el oxígeno para poder hablar con ellos; estamos impacientes por el resultado de este experimento…

miércoles, 9 de enero de 2008

Capítulo 1º: ¡¡Llamas a mí!!

Clausuro oficialmente este periodo vacacional Hannukah-navideño-festivo, con un texto nacido de la colaboración entre los primos Bibián más “especiales”: Fernando, cofundador (junto a los chinobots) del Pliegue, y un servidor web.
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Entre el País de los Locos y el de los Sabios, la Academia, hay un estrecho y tortuoso camino sembrado de pequeños arbustos que, si tropezamos y caemos sobre ellos nos clavan sus espinas y creemos CONOCER (insert: ruido trompetas y clarines \type: anunciación). En ese mismo instante, cuando por fin logras entender cómo se afeita Superman, cómo logra ducharse (por no decir cómo honrará la memoria de Onán) Unnus el Intocable y quién sería el vencedor en una batalla Hulk vs. Spiderman, tu madre te pregunta si te has caído en la taza del váter.

¿Qué tiene el cuarto de baño para ser tan increíble? ¿Por qué ese libro apestoso e infumable que dejaste por ahí tirado te engancha si lo lees allí? Aún hay una pregunta más desconcertante: ¿cómo es que en el baño no nos importa leernos enterita la propaganda-libro del Ikea? Hemos desarrollado una teoría junto a importantes estudiosos de una Universidad enormemente prestigiosa. Y es que todos estos enigmas quizá sean consecuencia directa de la acción de una raza pre-post-humana que habita en nosotros (como Freddie Mercury o David el Gnomo). Es posible que resulte una hipótesis osada e innovadora, pero los plátanos de canarias tienen manchas y, además, los albañiles llevan zapatillas blancas.

Cuando vamos al baño a saludar al Señor Roca, solemos acompañar nuestro monumento con una serie de gases que has de expulsar porque, si no, suben al cerebro y tienes ideas de mierda: los pedos… ¡¡o eso hemos creído siempre!! Lo que nosotros consideramos pedos quizá no sean más que los exploradores-educadores del micro-cosmos de nuestro organismo, gobernado por los Metinos.

Se trata de una civilización altamente avanzada, cuyo cerebro ha evolucionado tanto que se resignaron a no llevar gorra hace incontables generaciones. Su origen es incierto, nadie tiene muy claro de dónde vinieron, pero las profecías de Chutclu decían claramente “...tãmãnô plãnetã hãiãse €n lõs mãpãs...”, que en lengua romance significa: “El micro planeta en que crecieron y evolucionaron los Metinos fue consumido por el devorador de mundos Galactus sin esperanza para los humanoides de hipertrofiados cerebros. Ante este problema decidieron partir hacia un nuevo mundo dónde pudieran crear un ejército capaz de enfrentarse al devorador de mundos. Para ello, compartirán sus vastos conocimientos con alguna raza inferior y la harán evolucionar hasta que sea apta para la CONTIENDA FINAL.” Esto no es más que una traducción aproximada, claro está.

Si quieren saber más de estos simpáticos hombrecillos, manténganse atentos a sus pantallas hasta que aparezca el segundo capítulo.