Después de tanto tiempo tu sonrisa sigue siendo lo mismo. Ha cambiado, es cierto, pero sigue siendo tu sonrisa, sigue siendo bonita y divertida y sigue significando algo para mí. ¡Curioso!
La última vez que estuvimos juntos como el otro día, probablemente, acabáramos embriagados de Nenuco, tapando caras o bebiendo zumo en esos vasos parisinos. Y aunque conseguí dejar la colonia, perdí el juego de mesa y acabé rompiendo mi vaso, siempre encontraba algo que me recordaba a ti.
Nos aferramos ahora al hilo de la infancia. Hemos cambiado pero, después de tanto tiempo, no dejamos de reconocernos cada gesto, excepto aquella noche...
Dices que sigo igual y tú estás preciosa.
Ahora quiero ponerme al día, poco a poco o mucho a mucho, y no quiero volver a perder una de las cosas más hermosas que me quedan de mi niñez, no quiero volver a olvidarme de ti. En el reencuentro me pareció que jamás hubiéramos dejado de estar en contacto, como si, ya de adultos habláramos como niños. Y aun así me cuesta expresarme de esta manera, ¡qué fácil era antes!
Anoche soñé contigo. Volvíamos a estar en tu patio, pero no teniamos cinco y siete años (¡Qué graciosa estabas con ese peto!), sino dieciocho y veinte, como ahora. No recuerdo qué hacíamos pero, sencillamente, disfrutábamos de nuestra pasada y semiolvidada infancia.
¡Cuánto me alegro de seguir pareciendo un niño para que tú sí me reconocieras aquella noche!
¡Después de tanto tiempo!