jueves, 29 de noviembre de 2007

La Época de la Comedia.



El ser humano es una criatura verdaderamente despreciable, como atestiguan los medios informativos a diario y como el tiempo va demostrando, eliminando, a su vez, cada pobre duda que pueda quedar en el más remoto rincón de nuestro escaso seso. Eppur si muove. Galileo expresó así su firme convicción en el sistema copernicano, por el cual la Tierra giraba alrededor del Sol, inmediatamente después de haberlo negado ante un tribunal inquisicional. De igual manera, aunque jamás lo reconoceré con un jurado presente, afirmo rotundo que el ser humano, sin embargo, se mueve, cambia.

Tiempo hace ya que Nietzsche escribió: "Estamos todavía en la época de la tragedia, en la época de las morales y religiones. ¿Qué significa la aparición constante de fundadores de religiones y morales [···]? ¿Qué significan tales héroes en semejante escena?" Pues bien, me siento ahora capaz de decir, queridos hermanos, que nos encontramos ya, aunque no de pleno, inmersos en la Época de la Comedia. Bien cierto es que continúa la "aparición constante de fundadores de religiones y morales", pero, ¿alguien escucha ahora a esos iluminados castradores de la vida?¿Acaso vosotros, compañeros míos, no habéis apartado la vista a semejantes esperpentos?

Yo, desde luego, tengo mis oídos demasiado ocupados con felices y bellas músicas e imagenes del presente, así como tristes e igualmente bellas y algunas cosas más pertenecientes al pasado, para preocuparme por escuchar esas lastimosas falacias reconocidas, teorías desoídas y decadentes declaraciones. De lo mismo hablamos, aunque ahora las religiones y morales se hayan disfrazado de política y economía, por ser atuendos más mundanos y menos amenazantes a la "inteligencia" occidental.

Como los judíos que silografiaron la cruz de Cristo, ridiculizamos a los que se erigieran como héroes, como reyes, siendo en realidad absurdos falsarios, máximos exponentes de la décadence y supresores magníficos de las nuances. Son ahora, en su mayoría, los protagonistas clásicos de la Comedia: los "bobos".

Hubo un tiempo en que los Bobos fueron reyes, caudillos, emperadores y generales, pero su obtusidad, estupidez y escasez de miras les ha llevado a donde les correspondía: al centro de nuestros desprecios y burlas. La Ira Divina (exclusiva del dios Bacchus, el dionisiaco) les ha impuesto el más merecido de los castigos, solo siendo nutridas sus filas y huestes con obcecados obtusos como ellos, que se apartan del camino por los Bobos señalado en cuanto alcanzan la "mayoría de edad", como decía el Cabeza Cuadrada de Königsberg, y se atreven a saber, convirtiéndose en perfectos comediantes y rientes vividores.

lunes, 26 de noviembre de 2007

domingo, 25 de noviembre de 2007

Desde Rusia con horror.


Mi infancia, aún cercana, transcurrió en un barrio moscovita. Era un barrio pequeño y familiar, entre la zona industrial y la burguesa. Quizá por eso una piedra rompió mi ventana.

Mi padre, un ex-dirigente de una breve facción del PCUS (el Partido Comunista de la Unión Soviética) que se codeó alguna vez con altísimos mandatarios como Brezniev o Gorbachov, entró en una terrible depresión con la caída del Muro. Si habéis visto Goodbye Lenin, esa peli alemana con aquella banda sonora tan buena del compositor Yann Tiersen, quizá podáis comprender la situación. Es cierto que nos pillaba un poco lejos, pero mi padre lo vio como un terrible y macabro augurio. A pesar de ésto, como buen padre que era, no dejó de llevarme al estadio del Spartak, mi equipo, ningún partido que jugara allí en el Olímpico. Tampoco me perdí una fiesta siquiera por la depresión de mi padre, de hecho, no supe de su afección hasta que dejó de asediarle: cuando murió. Yo tenía trece años y supe, ya entonces, que no podría seguir allí mucho tiempo. Y no lo digo por la horrible situación económica y política. Ni por los asquerosos inviernos rusos que odio con toda mi alma. No, por nada de eso, sino porque esa tierra que hizo enloquecer a mi padre (¿Quién dijo que la culpa la tuviera el Muro?) parecía acecharme maliciosamente para hacerme caer también en la lona mojada de leteo y desquiciamiento. Así llegué aquí. Por eso le pido que me dé trabajo en su tienda.

sábado, 24 de noviembre de 2007

Terreno vedado.

El otro día, amigos, quise ir a la Felicidad. Y, ¡no os lo vais a creer! Al llegar a las puertas de las almenadas y grandiosas murallas, me encontré un vetusto y rudo cartel. Podréis imaginar hasta donde llegó mi sorpresa al leer que el lugar estaba "vedado a artistas y soñadores". En realidad, el asombro apenas duró unos instantes, porque enseguida me di cuenta de lo divertido y absurdo de la situación. Era una prohibición completamente inútil, ya que si nos cerraban la puerta delantera, sin duda entraríamos por la trasera. ¿No somos nosotros acaso capaces de regocijarnos en la tristeza? No, por supuesto, de cualquier tristeza, tan solo de aquella tristeza que nosotros conocemos como si hubiera salido de nuestras entrañas. Es más, muchas veces así ocurrió. Es ésta una tristeza pura, de lágrimas limpias, casi sin sal, algo verdaderamente hermoso. ¿No somos eternamente felices nosotros con la belleza, aún cuando ésta venga de la tristeza?

martes, 20 de noviembre de 2007

No sé qué ha podido fallar. En qué he podido equivocarme. Era tan hermosa que no pensé que pudiera sangrar. No pensé que pudiera... supiera sufrir, desvanecerse. No creí que pudiera, en fin, morir.

Pasan las horas.



De madrugada.
La luz de la luna truena
y martillea mis tímpanos.
El silbido del viento me
deja ciego con un destello
y la tierra mojada golpea
mi cabeza con su aroma.
Tu recuerdo me mece
en suaves ondas.
En lo más profundo de la noche
mi alma lucha por correr contigo,
desesperada.
El tenue resplandor de tu espíritu
me ensordece.
El dulce de tus labios me aturde,
nubla mis sentidos,
me entorpece.
En la oscuridad más absoluta.


De mañana.
La luz del Sol aumenta
y con ella mis ganas de ti.
Pero esa misma luz me muestra la realidad:
tú no estás aquí,
y yo estoy solo.
En la plenitud del alba
deseo que la noche vuelva
y que el sueño me envuelva
y así poder verte y abrazarte
y al oído susurrarte
que no te vayas nunca más.
En el sombrío amanecer.


De tarde.
Tu recuerdo resplandece,
mi amor por ti prevalece.
En los preámbulos de la noche.
Mi deseo es puro y limpio
y solo quiero verte y besarte
y contra mi pecho apretarte
y no dejarte escapar.
En el luminoso ocaso.

viernes, 16 de noviembre de 2007

De qué sirven

De qué sirve mi pelo si no puede enredarse con tu sedoso cabello.
De qué sirven mis oídos si no pueden captar tu voz, melódica y dulce o tu risa, fina y transparente o tu respiración, profunda y cálida.
De qué sirven mis ojos si no puedo observarte cada mañana y mirarte embobado como un simple estúpido, que es lo que soy sin ti.
De qué sirve mi boca si no puede alcanzar tus labios y absorber tu fresco susurro.
De qué sirve si no puede recitarle cantos a tu belleza.
De qué sirven mis piernas si no pueden caminar hasta los pies de tu cama y que mis manos [de qué sirven mis manos] te rocen con una leve caricia y aparten de tu rostro el velo dorado.
De qué sirve mi cuerpo si no puede estrecharse con el tuyo en un abrazo eterno.
De qué sirven mis brazos si no pueden abarcar tu infinito resplandor en tal abrazo.

De qué sirvo yo, amor mío, si no te tengo.

martes, 13 de noviembre de 2007

Oscuridad

En una noche vacía
salgo y respiró el aire húmedo
mi alma se alegra de la soledad
y se regocija por mi suerte.
Soy una mota de luz
en la dulce oscuridad
rompiendo la armonía de las tinieblas.
Tinieblas que impiden a la luz
que cubra con su falso velo
la realidad, y la modifique.
La misma luz que hace diferenciar
entre blanco y negro, bello o feo;
pero que enturbia la diferencia entre
lo bueno y lo malo.
¡Quien dice que la luz es buena se engaña!
¡Quien dice que la luz es bella miente!
Yo amo la noche porque solo
en la más profunda oscuridad somos
quien de verdad somos, solo en
la más profunda oscuridad vemos
con el alma y dejamos a un lado
las inútiles apariencias
que entorpecen nuestro espíritu.
Por eso contradigo a Dios:
¡Que se haga la oscuridad!

Leopoldo María Panero (1948)



A las acusaciones de plagio por parte de mi amigo Lorenzo, respondo plagiándolo a él, o al menos al formato de su Cuaderno (para ver más, pinchar en el margen izquierdo "El Cuaderno de Lorenzo").


ARS MAGNA.

Qué es la magia, preguntas
en una habitación a oscuras.
Qué es la nada, preguntas
saliendo de la habitación.
Y qué es un hombre saliendo de la nada
y volviendo solo a la habitación.

UN LOCO TOCADO DE LA MALDICIÓN DEL CIELO.

Un loco tocado de la maldición del cielo
canta humillado en una esquina.
Sus canciones hablan de ángeles y cosas
que cuestan la vida al ojo humano.
La vida se pudre a sus pies como una rosa
y ya cerca de la tumba, pasa junto a él
una princesa.

LA POESÍA DESTRUYE AL HOMBRE.

La poesía destruye al hombre
mientras los monos saltan de rama en rama
buscándose en vano a sí mismos
en el sacrílego bosque de la vida.
Las palabras destruyen al hombre
¡y las mujeres devoran cráneos con tanta hambre
de vida!
Sólo es hermoso el pájaro cuando muere
destruído por la poesía.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Subió al autobús una vieja que olía tremendamente a hospital. Es un olor muy desagradable; creo que por eso me llamó la atención aquella mujer.
Es un aroma verdaderamente curioso, porque no es que algo huela mal, como los vertederos, por ejemplo. Es más como si algo hubiera perdido su olor, o mejor, como si se lo hubieran arrebatado. Puede que sea eso lo que nos repugna tanto: que algo haya dejado de oler de una forma descriptible, o al menos definida, como si hubiera dejado de pertenecer al mundo que conocemos y, por tanto, podemos soportar.
Muchas veces me pregunto cómo aguantarán las médicos y los enfermeros; si se acostumbrarán paulatinamente al no-hedor o simplemente lo soportan estoicamente al estar su espíritu iluminado por Asclepio, la divinidad griega también presente en las vidas de Hipócrates o Galeno.
Me parece curioso por todo esto que para publicitar algunos productos femeninos afirmen que “no-huelen”, cuando eso es algo que ya todos conocemos y evitamos.
Bueno, quiero decir que esa mujer casi carecía de olor.
El olor a hospital es muy inhumano, porque todo lo que tiene que ver con los humanos desprende un olor, casi siempre apestoso además.
Por eso, por extraño y despreciable que pueda parecer, me alegré de una manera indecible por lo que ocurrió después: Cuando la vieja bajó del autobús, olía increíble e indudablemente a muerte.

Ha llegado el momento.

Siete de la mañana. Suena el despertador. No puede creer que haya llegado el momento. Se levanta sin prisa, pero ya espabilado: apenas ha dormido por la angustia. Con cuidado, sin hacer ruido, tratando de no despertarla, se acerca a la cómoda antigua que domina el cuarto a recoger su ropa amontonada y se la va poniendo lentamente.

No puede creer que haya llegado el momento.

Siente como una nube plomiza lo envuelve, produciéndole la misma sensación que un escalofrío o acostarse en una cama vacía. La mira. Un mechón dorado le cubre parcialmente la cara, como una nube entorpeciendo la cálida luz del Sol. Está tan hermosa dormida; casi tanto como cuando está despierta. Desearía continuar escuchando su fresca risa y vislumbrando su sonrisa en el atardecer junto al mar, pero…

Apenas dos días antes habría dado lo que fuera, incluso su vida, por seguir a su lado eternamente; y ahora siente una imperiosa necesidad de apartarse de su camino y dejarla ser feliz sin él. Quizá ella lo comprenda algún día, y lo perdone. O quizá no. Seguramente no. Sin embargo, probablemente jamás vuelva a verla. Él lo sabe. Ambos lo saben. Ella debe saberlo.

Refunfuña algo entre sueños y él consigue reprimir una lágrima al verla, como un simple mortal contemplando un ángel benefactor que se va tras cumplir su tarea.

Eternamente le agradecerá haberle convertido, durante la fracción de segundo que ha transcurrido desde que la conoció aquella noche, en el hombre más ilusamente feliz de cuantos ilusamente felices hombres pueblan la tierra.

Se hace tarde y el tren no tardará en salir, pero los últimos minutos resultan ser, como ya esperaba, los más difíciles. Y él desea saborear hasta el último instante el mismo dulce aire que ella respira. La mira por lo que él cree que será el último momento. Podría quedarse horas mirando su rostro bronceado con esa cara de completo imbécil. Y aunque no hay nada que desee más en el mundo, en su interior sabe que debe marcharse, y, aunque no haya nada que desee menos en el mundo, tiene que dejar de verla.

No puede creer que haya llegado el momento.

Un claxon le saca de su ensimismamiento y lo devuelve a la casa en cuya puerta espera el taxi que contrató anoche y que le llevará a la estación. Echa un vistazo a las maletas que dejó ayer en la puerta y se acerca a la cama suspirando, se inclina y la besa suavemente en la frente, saliendo por la puerta justo antes de que una flecha dorada con restos de plomo en las plumas atraviese volando la ventana y se clave violentamente al fondo de la habitación, astillando con fuerza el robusto pino que cubre la pared sobre la que unos instantes antes descansaba el derrotado corazón de Pablo.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Despedida

Cuando desperté
vi tus ojos
y creí estar soñando.
Me miraste nostálgica
y aparté la vista
y creí estar soñando.
Me besaste suavemente
y te miré fijamente
y creí estar soñando.
Me abrazaste cariñosa
y respiré tu dulce aroma
y creí estar soñando.
Me dijiste que te ibas
y me quedé callado
y deseé estar soñando.

Tus ojos.

Tus ojos. Tus ojos. Tus ojos son... emocionantes. Creo que esa es la mejor palabra para definirlos. Son de un color indescriptible. No sería capaz de explicarlo. Bueno. A lo mejor sí. Son del color de mis sueños. Un color tan maravilloso que ni el mejor pintor quien quiera que fuera (acaso Monet, Manet, o algún otro inspirado francés; acaso el loco desorejado o algún español maño, sevillano o malagueño) llegó a fantasear con pintarlo. Seguramente Dios, si existe, compartirá tu color de ojos. Sólo así entendería cómo ha llegado a despertar tanta fe en el mundo, tanta devoción. La misma que me infundes tú cuando me miran apasionados. Tus ojos.

Tus ojos me hacen soñar. Y pensar. Son como un libro hermoso, muy hermoso, pero escrito en otro idioma. Uno exótico y vivo. De manera que solo aquellos que hayan aprendido a leer en ellos serán capaces de apreciar su verdadera belleza. Menos mal que me apresuré a entender tu lengua.

Tus ojos. Tus ojos. Tus ojos son…

¡Ay! ¡Lo siento! Quedé embobado.

Son como los amuletos. Déjame explicarme. Los amuletos no tendrían el mismo valor si los poseyera una persona distinta a la que, de hecho, los posee. Así son tus ojos. Te pertenecen a ti y, de ese modo, también a mí. Y nada, a mi parecer, les da tanto valor; ya que no sería capaz de escribir más de dos líneas sobre unos ojos que no me pertenecieran, al menos, en potencia. De hecho, cómo sufriría si alguien escribiera sobre estos mis ojos y los tuyos (no te ofendas con esto) más allá de explicar su más llana apariencia. Podrían tratar su color, su forma, su tamaño. Pero ¡ay si intentaran mentir sobre quién es su dueño! Su dueño no puede ser otro que el que más mira por ellos: Yo.

¿A quién le importa?

Nace un niño, muere un viejo, alguien escribe algo y lo plasma en un blog, sin mérito ni significancia aparente. Ninguna de las tres cosas tiene porqué ser relevante en estos tiempos que esprintan. Aunque para alguien pueda suponer algo cada uno de estos hechos, son verdaderamente vacuos.

Respecto a los dos primeros sucesos, unas frases del incombustible Nacho Vegas: "Gente nace y gente muere cada día. Los demás nos limitamos a estorbar."

En cuanto a lo del iluso que revuelve su pluma sobre el pergamino virtual, curiosamente, también se pueden aplicar unas palabras del asturiano, las cuales, de manera igualmente curiosa, son la continuación de la cita antes expresada: "Y jugamos a secretos y mentiras."

A algunos les podrá parecer poco ético, inmoral o simplemente absurdo que declare abiertamente en la primera entrada de mi recién desvirgado blog que a ésto es a lo que me voy a dedicar en este mi libre espacio. Sintiéndolo profundamente (en realidad no lo lamento en absoluto), así es.

No creo que haya nada mejor que jugar a mentir y a decir la verdad. No creo que haya nada mejor que jugar. Y si para eso es necesario obviar y fingir, ¡bienvenidos sean secretos y falsedad!


Estad atentos, si deseáis descubrirme y/o conocerme, a las próximas falacias.


Calurosos/refrescantes saludos.